El mar, el fuego y el rostro de un bebé

Mi pequeño Jaime,

En los últimos meses de embarazo, a veces, cuando caminaba por la calle pensaba: «Esta forma de caminar cambiará en breve». Y me veía empujando el carrito, ya como un apéndice, o contigo en brazos, muy cerca de mí…  Y eso me llevaba a imaginar cómo ibas  a cambiar nuestras vidas… Desde lo más pequeño —como estos detalles logísticos— hasta lo más grande y profundo. Ya las estabas cambiando entonces.

Hace un año era Lucía, hija, hermana, amiga, novia… Ahora soy Lucía, y además de todo lo anterior soy esposa y soy madre. Tu sola existencia nos ha dotado a una cantidad enorme de gente de nuevas identidades: personas que ahora son abuelos, tíos, primos segundos… Tan pequeño y pudiendo tanto. Tan pequeño y causando tanta revolución desde la paz de tu minicuna y al ritmo de un corazón pequeño que late con fuerza. «Con cada nacimiento nace un nuevo comienzo, surge a la existencia potencialmente un nuevo mundo», decía Hannah Arendt. Leí esta frase hace tres años por primera vez. Me pareció muy cierta. Ahora a esta gran verdad la abrazo, la acuno, le cambio el pañal, la alimento y le doy besos en los mofletes.

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Con Jaime el primer día en casa

El carrito como un apéndice de mis brazos, el chupete como extensión de mi mano. Llegas y nos cambias la distribución de las habitaciones. Llegas y nos dicen que mejor no hagamos más planes, pero… ¡es que tú eres un planazo! Una de tus bisabuelas solía decir que había tres cosas que no te cansabas nunca de contemplar: el mar, el fuego y el rostro de un bebé. Gran verdad. El final del silencio en casa, pensaba unos días antes de tu nacimiento. Y lo pensaba con cariño, ni con pena, ni con nostalgia insana… Hay épocas para cada cosa y ahora les toca a tus risas, tus llantos y tus primeros balbuceos llenar estas paredes.

Casi un mes desde que te cogimos en brazos por primera vez. No paramos de aprender contigo. Y tú con nosotros. No paramos de descubrirnos. Te miro y me derrito con tu mirada y me lleno de orgullo. Me sonríes y se me enciende una luz en el pecho. Estos días recuerdo sin parar lo que me dijo una filósofa y madre en mis últimos meses de embarazo: «Que no te metan miedo con el “no vas a dormir, se acabó la tranquilidad, etc…”. Te vas a enamorar. Te vas a enamorar de Jaime. Y te vas a enamorar aún más de Pablo». Mariona, ¡qué sabias palabras!

¡Cuantas veces oída la teoría bonita de que un hijo es el amor encarnado de sus padres! No pensé que fuera tan verdad. Estás aquí por el “sí” de un 20 de junio, y por tantos síes  que nos hemos dicho Pablo y yo desde entonces.

Mi pequeño Jaime, ¡qué felices nos has hecho a tantos con tu llegada! Gracias por traer a nuestras vidas y a este mundo un poco más de amor, de bondad y de belleza.

No puedo imaginarme ni una vida ni un mundo sin ti.


Hace unos meses escribí Nadie me dijo que ser madre fuera así. Y ahora lo volvería a escribir. Especialmente esa última línea: «Sí, mi vida. Lo vales todo».

18 comentarios en “El mar, el fuego y el rostro de un bebé

    • Luzmaral dijo:

      Muchas gracias, Esther. Gracias por comentar. Me alegro mucho de que te haya gustado esta entrada. ¡Y gracias por difundirlo por twitter también! ¡Un abrazo!

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  1. Alejandra dijo:

    Verdad, más que el sol que nos calienta. Ser madre es lo mejor que te puede pasar. Es un privilegio, es recoger EL regalo, el más grande que Dios puede hacer a un ser humano. Siempre digo que las madres son el espejo en el que se mira el amor que Dios nos tiene. Felicidades! Disfruta, y lo que no cuelgue que arrastre!. Llegará una época en que te sentirás desbordada. Pero pasa tan deprisa…tírate al suelo y juega con tu hijo, deja lo urgente para después, lo importante sois tú, tu marido y él. Otro «consejillo». Dejad una cámara de vídeo en un sitio de la habitación de forma que tenga un ángulo lo más amplio posible. Nosotros lo hicimos casi desde el principio. Pero no unos minutos, no! , todo lo que dure la pila! jaja. Se trata de atrapar la cotidianidad. Para, pasado el tiempo rescatar esos trocicos de cielo, que aunque siguen, esas perspectivas tan tan grandes se van dejando en el camino…No es su primer «papá o mamá» ni su primera gracieta, no, es como digo atrapar un poco de ese tesoro que es ver sus torpes manos intentando coger cosas, o cómo gatea y se cansa, se sienta, su baño, hasta cómo eructa tras mamar o tomar el bibe!! …es ya digo, una delicia que de otra forma el tiempo no devuelve.
    Bueno, que me estoy enrollando una barbaridad!. Cuidaté en la medida de lo posible!!!!. Un beso y eso, a disfrutar!.

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    • Luzmaral dijo:

      Hola, Alejandra. ¡Muchas gracias por tu comentario y todos los consejos tan buenos! Claramente es una etapa para disfrutar (y para descansar, como bien dices, lo que se pueda, jajaja).
      Un abrazo grande

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  2. Walking in the Jungle dijo:

    Qué post más bonito!! Si es que un hijo es la prueba de que se puede estar enamorada de más de una persona a la vez jaja Cada hijo es un flechazo que hace este se agrande y lata con más y más fuerza. El corazón se hace taaaan grande…! En fin, que aunque el mundo esté como esté, y peor la conciliación, las madres (y padres claro) somos unas privilegiadas. Sin duda.

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    • Luzmaral dijo:

      ¡Tal cual! Lo firmo 100%.
      Se ve que la experiencia de enamoramiento al ser madre es universal! Y sí, como bien dices, somos unos privilegiados. Esto es un regalazo.

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