En ocasiones somos débiles, nos dejamos llevar por otras cosas, permitimos que el cansancio y el orgullo sean más fuertes, en definitiva, no amamos como estamos llamados a amar. Tenemos defectos y hacemos cosas mal. No todos nuestros fallos son simples errores de cálculo, ni iban todos con buena intención. Somos limitados. No suena bien así de entrada pero... ¿y si eso forma parte de nuestra grandeza?
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Han saltado chispas, ¿y qué?
Los roces, las discusiones, los problemillas del día a día forman parte del amor del bueno. Hay que asumirlo. Así como se produce una cierta crisis cuando se rompe la burbuja de la idealización del enamoramiento y se empiezan a ver los defectos del otro… las primeras discusiones de casados también pueden marcar un hito. Aquí van 6 ideas para afrontar estos roces cotidianos.
Mamá por primera segunda vez
«Ser madre te abre rincones del alma», me dijo una vez mi amiga Sara.
Y así es.
Y al ser madre por segunda vez lo vi más claro que nunca. Una segunda primera vez.
Porque cada niño es un mundo y cada madre lo somos para cada hijo.
Os cuento algunos descubrimientos que he hecho en este año siendo madre de dos.
Mujer y madre: la conquista de la libertad
«¿No vas a darle el pecho a demanda?», «¿Por qué no le das solo biberón mejor?», «¿Te vas a incorporar tan pronto a trabajar?», «¿No irás a cogerte una excedencia, verdad?», «¿No comes con tus hijos?», «No deberías jugar tanto con ellos», «¿Aún te quedan kilos del embarazo?», «Deberías comer más sano». Etcétera. Etcétera.
La batalla por la libertad empieza en nuestro interior. Saber saltar por encima de comentarios como estos, saber dejar de autoimponernos presión, saber elegir qué me llena y me ayuda y qué me tira para abajo...
Tenemos muchas batallas por dar.
¿Y si empezamos por esta?