Siempre me han dado envidia los noviazgos que surgían de amistades. En mi planteamiento de cómo desearía que se sucediera el flujo de acontecimientos, ser amigos antes que novios era mi sueño. Veía —y veo— muchas ventajas a una situación así. Pero este no fue mi caso. Nunca. ¿Nos queda algún consuelo a quienes nuestro enamoramiento no brotó sobre las raíces firmes de una verdadera amistad? No un consuelo, sino una preciosa tarea.
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La etapa de fascinación propia del enamoramiento está bien, pero este tipo de idealización debe evolucionar. Una idealización mal entendida conlleva algunos peligros.
Pero ¿se puede idealizar bien a alguien?