Hace unos siete años, la tendencia a desmitificar el amor romántico defendía cosas como que el problema de las relaciones tóxicas y de las agresiones sexuales y la violencia en la pareja era culpa de las películas de Disney. Recuerdo haber debatido todo este tema en redes a raíz de algunos artículos en esa línea. Por aquellos entonces yo aún no había leído mucho sobre pornografía, pero creo que no se necesita ser un experto para intuir la relación entre porno y violencia.
Algunos de esos artículos comentaban por ejemplo que Cenicienta triunfaba en el amor porque sabía estar callada, limpiar bien y estar siempre guapa (basta un sencillo visionado de la historia para saber que esos no son los motivos); que Bella vive completamente aislada porque solo cuida de la casa y de su padre y por eso no tiene ninguna amiga ni persona cercana en la que confiar (una lectura totalmente torcida de la película, porque creo que está bastante claro en la canción del comienzo que Bella no se integra bien en el pueblo porque todo el mundo piensa que es rara porque lee demasiados libros y siempre está en las nubes). Otro artículo más reciente defendía que La Bella y la Bestia se trata de «una idealización romántica del control, el secuestro, el maltrato y la pérdida de intimidad. Bella, que aspira a conocer mundo, abandona su sueño para casarse con su secuestrador». Una vez más, una malinterpretación de la historia: Bestia secuestra a Bella, sí, eso está claro, pero la decisión de Bella de casarse con Bestia se da cuando ella es ya libre, no durante el secuestro.
A la vez que yo debatía en redes que Disney no era culpable de la violencia en la pareja, pero sin tener aún mucha idea de la magnitud del problema del porno, apareció en España la asociación Dale una Vuelta. Durante mucho tiempo fueron los únicos (o de los pocos) en este país que hablaban sin miedo y con valentía sobre los peligros del porno, ofreciendo a la vez recursos para dejar el consumo.
Afortunadamente, en los últimos años diferentes voces de muy distintas procedencias, creencias, tendencias políticas, backgrounds… se han ido sumando a denunciar el problema no solo personal sino también social que supone el porno.
En el último año he estado leyendo e investigando especialmente sobre el tema, y de todo ese trabajo han salido hasta ahora tres artículos:
- Dejar el porno, recablear el cerebro. Publicado en Nuestro Tiempo. Sobre cómo funciona la adicción a la pornografía, el efecto de esta en el cerebro y en la sexualidad, cómo salir de la adicción y cómo prevenir.
- El porno contra ti. Publicado en el blog. Profundizo en cómo afecta a uno mismo el consumo de porno y por qué no sirve como educación sexual.
- El porno contra tu relación. Publicado en el blog. Cómo afecta a tu noviazgo y a tu matrimonio, incluso si aún no tienes pareja, cómo puede estar dañando esa futura relación. Escribía también sobre cómo hablar de este tema con la otra persona y qué hacer si ella no lo considera un problema.
Tenía pendiente un cuarto artículo que abordara el tema de la relación del porno y la violencia en la pareja. Y me hace especial ilusión contaros que el texto que había escrito centrándome en este aspecto ha salido publicado en un medio digital británico, Adamah Media. ¡Mi primer artículo en inglés! Espero que os guste.
Dejo aquí debajo algunas de las ideas de las que trato en el artículo:
- Hace unos meses leí en una noticia que la Fiscalía alertaba de un «alarmante» aumento del 116% de las agresiones sexuales cometidas por menores en los últimos cinco años. 451 causas registradas en 2017 frente a 974 en 2022 (fueron 668 en 2021, lo que supone un aumento del 45,8 % en un año). Según la memoria presentada por la Fiscalía, las causas que explican estas cifras son complejas, pero algunas de las secciones destacan «la carencia de una adecuada formación en materia ético-sexual, siendo preciso evitar que muchos niños y menores accedan a un visionado inapropiado y precoz de material pornográfico violento; lo que, acompañado de la ausencia de orientaciones educativas, conduce a una trivialización de su concepto de las relaciones sexuales normales».
- El catedrático Miguel Ángel Martínez-González, autor del libro Salmones, hormonas y pantallas. El disfrute del amor auténtico, visto desde la salud pública, afirma que diversos estudios han mostrado que «los jóvenes que veían pornografía tenían más riesgo de presentar conductas sexuales agresivas y una mayor aceptación de la violencia en el noviazgo». El sexólogo Andrés Suro añade otras implicaciones: la normalización de las agresiones sexuales en grupo, las grabaciones de encuentros sexuales y su difusión sin consentimiento.
- El 88 % de las escenas porno muestran violencia y el 94 % de ella se dirige hacia la mujer, según datos recogidos por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción. (¿Pero la culpa de la violencia en la pareja es de que el príncipe azul bese a Blancanieves mientras duerme o de que la Bella durmiente se quiera casar con un tipo al que solo ha visto una vez en su vida?)
- Aun en el caso de porno sin violencia: un artículo en Dale una Vuelta explica que el consumo de pornografía puede causar también una falta de control de los impulsos.
- No todo el que ve porno se transforma en un violador, pero, como dice Blanca Elía, de Dale una Vuelta, aunque no sea el único motivo, «no tenemos ninguna duda de que el porno es como la gasolina que incentiva, que crea patrones de conducta, que da ideas».
- En este artículo en The Conversation, mencionan distintos estudios recientes que han analizado el perfil de los agresores sexuales adolescentes, y una de las cosas que señalan es que en un 96 % de los casos estudiados se ve un desarrollo inadecuado de la sexualidad, y este está relacionado con el inicio precoz en el consumo de pornografía en el 70 % de las ocasiones.
- Un dato significativo del informe de Save the Children es que, quienes consumen con menos frecuencia confirman con mayor rotundidad que hay violencia en esos contenidos. Quienes consumen más, están anestesiados, no ven la violencia.
Lee el artículo entero aquí (Tiempo de lectura: 5 minutos):

Foto principal de este post de Stefano Pollio en Unsplash
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