¿Por qué no nacen más niños? El motivo principal y del que pocos hablan

¿Por qué las mujeres en España no tienen hijos? O no tienen los que querrían —quieren 2, tienen 1,19—. O los tienen más tarde de lo que les habría gustado.

Una de las primeras cosas que hice cuando empecé a preparar el ensayo para Nuestro Tiempo, «Natalidad: tan lejos, tan cerca», fue sumergirme en la Encuesta de Fecundidad de 2018 del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Por mi hábito periodístico de contrastar cada información, no me valía quedarme en la nota de prensa publicada por el INE. Me metí en sus tablas. Y profundizando profundizando… llegué hasta escarbar en los microdatos, previa ayuda de mi editor ingeniero que hizo magia con un excel gigantesco que para mí era ininteligible.

MOTIVOS DE LA BAJA NATALIDAD

Los titulares, cuando se habla de baja natalidad, suelen hacer referencia a las condiciones laborales, las crisis, los problemas de conciliación. Y no son problemas menores. Y, de hecho, están presentes en las tablas del INE como algunos de los principales motivos por los que las mujeres no tienen hijos, o los retrasan, o los han tenido más tarde… Pero mirad esta gráfica sobre el motivo más importante por el que las mujeres no han tenido hijos (según grupo de edad).

(Pincha aquí para ver el gráfico de manera interactiva. WordPress me ha dado problemas para insertarlo, sorry)

El que destaca entre los 30 y los 49 años es “No he tenido pareja o esta no era la adecuada”.

Por otro lado, la opción que en las tablas resumen como “Por razones laborales o de conciliación de la vida familiar y laboral” parece englobar tres respuestas distintas presentes en el cuestionario realizado —”entraría en conflicto con mi carrera profesional”, “por la situación laboral (propia o de la pareja)”, “dificultad para conciliar la vida laboral y familiar”— que creo que abarcan situaciones muy diferentes, ya que no es lo mismo que la maternidad entre en conflicto con mi trabajo porque quiero escalar puestos que el hecho de estar en paro o en una situación laboral precaria…

En esta otra gráfica sobre los motivos para haber retrasado el primer hijo, a partir de los 30 años el motivo que más destaca es: «No haber tenido una relación sentimental estable»

En una encuesta en Reino Unido, el motivo “no he encontrado a la persona adecuada” era el segundo más importante por el que las entrevistadas no habían sido madres (después del de “no he querido”). Ambas razones están a poca distancia entre sí y muy muy alejadas de los motivos económicos o laborales. El artículo de The Guardian que recoge esa encuesta afirma que en Estados Unidos es similar.

RELACIONES LÍQUIDAS Y NATALIDAD

En el artículo de Nuestro Tiempo hablo de otros palos en las ruedas para ser madre (por primera vez o para ampliar la familia): la falta de tiempo y de dinero, la precariedad laboral y el difícil acceso a la vivienda en España… Pero realmente me impactó ver que tenía tanto peso el factor de no haber encontrado a la persona adecuada (o ni siquiera haber encontrado a alguien) y que, desde el punto de vista político y social, nos estemos centrando en los otros problemas y no solo no atendemos este motivo principal sino que se fomenta una manera de relacionarnos que, claramente, no lleva a parejas estables donde se pueda dar ese ámbito seguro en el que se puede construir una familia.

De todo lo que leí en las semanas preparando el artículo me impresionó el texto de una chica (tendría más o menos mi edad) en el que exponía que a ver cómo iba a tener hijos con alguien si eso a veces implicaba pausar tu carrera profesional o ponerla en riesgo y entonces… ¿qué iba a pasar si de repente tu pareja te dejaba y te veías tú sola con un hijo? 

Lo primero que pensé es que quien escribía esto puede que no hubiera tenido relaciones muy buenas, porque su comentario rezumaba desconfianza y sospecha por principio hacia los hombres (algo que también veo que se fomenta desde algunos ámbitos). 

Lo segundo fue que entiendo perfectamente que en medio de una marabunta de relaciones fallidas, impregnados de la idea del amor como algo temporal e inconsistente… no te lances a algo tan para siempre como ser madre o ser padre. Si no nos creemos capaces del para siempre del matrimonio… mucho menos apostamos por algo que nos una a otra persona con unos lazos biológicos que percibimos como más definitivos. Le preguntaron a Mar Dorrio hace unos meses, en una mesa redonda, cómo había podido tener 12 hijos. Ella contestó sencillamente que los había tenido porque estaba casada con quien estaba casada. 

Encontrar pareja (en España hay casi catorce millones y medio de solteros) y que sea la adecuada: aunque desde las altas esferas no hagan nada para solucionar este motivo que tantas personas (tanto hombres como mujeres) marcan como principal para no tener hijos, cada uno, desde nuestro lugar en la sociedad sí podemos hacer algo.

LO QUE PODEMOS HACER PARA MEJORAR LA SOLIDEZ DE NUESTRAS RELACIONES

Cultivar amistades profundas. 

La amistad, como el amor, es de esos términos que a fuerza de usarlos se han vaciado de sentido. En los tiempos de Facebook podías tener miles de “amigos”. Llamamos amigos a colegas. Tengo pendiente un post sobre la amistad para profundizar más en esto, pero de momento os dejo esto de Denise McAllister:

«La amistad es la mayor protección contra una sociedad tiránica que quiere dividir a las personas y controlarlas. La amistad fomenta comunidades saludables y promueve el afecto mutuo, lo que produce el mayor bien para una sociedad».

Optar por otro modo de ligar

Donde se huya de la ambigüedad, se priorice la comunicación cara a cara, con las prioridades claras (sin caer en exigencias que llevan a lucha de sexos), superando el miedo al fracaso y al compromiso, dejando de poner lo físico en primer lugar, sin olvidar que la amistad es clave también en las relaciones de pareja.

Cuidar los lazos de nuestra familia. 

De la familia de origen, y de la propia, si tenemos una. Siempre me ha creado sentimientos ambivalentes esa frase de «Los amigos son la familia que se elige»: creo que tiene parte de verdad, y no voy a quitar ni un ápice de importancia a la amistad, pero a veces la he visto utilizada en contraposición a la familia, con un tono tipo «A la familia “que me ha tocado” la soporto, pero a mis amigos los quiero». Como si no pudiéramos querer así de intensamente a lo que “nos ha tocado”. Creemos que los vínculos con los amigos son más auténticos porque surgen de nuestra libertad, pero libertad no es solo escoger entre alternativas (ese es solo uno de sus aspectos), también es aceptar, también podemos elegir querer a nuestra familia. No porque se funde sobre lazos biológicos dar por supuesto que lo que hay que hacer es dejar que la naturaleza siga su curso: el amor en la familia también se construye. Y sí, todos podemos arrastrar heridas de nuestras familias, pero eso entra dentro de lo normal —salvo casos de abusos o negligencias—; nuestros padres no son perfectos (ni lo somos nosotros como hijos ni como padres). Dice Mariolina Ceriotti en La familia imperfecta:

«Las relaciones humanas, también las más importantes, están marcadas por la imperfección. Por eso, la familia, además de ser un sistema eminentemente práctico, es un sistema necesariamente imperfecto. En la familia no se imparten lecciones, sino que se vive, y viviendo se educa recíprocamente, con una modalidad circular en que cada uno influye y es influido».

«La vulnerabilidad forma parte del ser humano y la familia debería ser el mejor lugar donde aprender a querer desde la incondicionalidad», como os contaba aquí

Aprender a comprometerse en lo grande y en lo pequeño.

Que si has dicho que irás a tal sitio, vayas; que no escurras siempre el bulto cuando alguien tenga que encargarse de algo (organizar un cumpleaños, coordinar un proyecto en el trabajo, ser presidente en tu comunidad de vecinos…); que no te dé pavor la posibilidad de condicionar tu calendario y tus planes a compromisos fijos de actividades como voluntariados, grupos de lectura…

Tener prioridades claras en la vida, no vivir al ritmo de “mapetece/nomapetece”.

El deseo de tener hijos (y más de uno) está ahí, pero parte del problema es que no forma parte de nuestras prioridades, como cuento en el ensayo de Nuestro Tiempo:

«Las intenciones de fundar una familia, entre los menores de 45 años, han crecido de un 46 por ciento a un 62 en un año según el barómetro publicado en 2023 por The Family Watch (y era de un 26 por ciento en 2020). Una de las justificaciones que esta organización aporta es el incremento de cómo se percibe la relevancia de la familia y de los cuidados, acrecentada a raíz de la pandemia. Aunque el informe también señala que formar un hogar no entra en el pódium de prioridades: se queda en el puesto cuatro, por detrás de prosperar en la vida profesional, viajar y ampliar estudios»

El otro día, en la presentación de Infinity, Carla Restoy afirmaba que nos preparamos para amar amando. Y pienso que es contradictorio tener unos grandes deseos de fundar una familia pero que esto esté en el puesto 4 de prioridades por detrás de 3 elecciones que tienen nuestra propia persona en el centro. 

Nos susurran por todos lados que «Puedes tenerlo todo» y por eso elegir nos aterra, porque no aceptamos que elegir es renunciar ¡y que eso no es malo! Si no queremos renunciar a nada y pretendemos mantener todos los mundos posibles abiertos en modo futurible sin decantarnos por uno… lo que pasa al final es que no vivimos. Al final acabamos eligiendo, porque la vida nos empuja. Pero sin prioridades claras, sin convicciones que guíen de modo profundo nuestra vida, sin una libertad interior en construcción… es fácil que nos sintamos inconformes continuamente, mirando hacia atrás por el rabillo del ojo, queriendo vivir en esas ramificaciones de nuestros otros yo que se han ido abriendo hipotéticamente en cada encrucijada (me encanta cómo muestra esto la película Todo a la vez en todas partes). Me gusta también cómo lo cuenta Pedro Herrero en «Ya no eres la vida que te estás perdiendo»

Mariolina Ceriotti señala, en El alfabeto de los afectos, que la percepción de que el vínculo entre padres e hijos es un ámbito de «responsabilidad inevitable y definitiva» supone una de las principales causas del actual descenso de la natalidad:

«El nacimiento de un hijo […] —también cuando lo hemos buscado/querido— nos enfrenta a lo desconocido, imprevisible, definitivo. […] Un hijo nunca se puede integrar en nuestros proyectos de autorrealización, porque es una persona dotada de su propia voluntad y libertad.  Acogerlo significa aceptar una aventura que solo vamos a poder controlar mínimamente, y que nos puede exponer a la alegría, pero también al dolor; a satisfacciones, pero también a frustraciones. Un hijo cambia la vida sin marcha atrás, y nos pide que aceptemos el riesgo de una verdadera novedad que, aunque tenga su origen en nosotros, nunca vamos a poder controlar por completo». 

¿Qué otras cosas se te ocurren que nos pueden ayudar a construir relaciones más sólidas?

Os leo con interés para poder ir ampliando la lista.


Foto de Ömürden Cengiz en Unsplash


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2 comentarios en “¿Por qué no nacen más niños? El motivo principal y del que pocos hablan

    • Luzmaral dijo:
      Avatar de Luzmaral

      ¡Muchísimas gracias, Inna!
      Estoy deseando que salga ya la siguiente Encuesta de Fertilidad del INE (no sé muy bien cada cuánto la hacen, pero seguro que falta tiempo todavía…). Gracias por compartirlo.

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