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El cuerpo de una madre (parte 2)

En un momento en el que, como sociedad, estamos muy concienciados sobre no opinar sobre el cuerpo de otras personas e intentar romper estándares de belleza opresores, se da una excepción a esta corriente: las mujeres embarazadas (y las de posparto, aunque de eso ya escribí un poco aquí).

Por lo visto, de ellas sí que puede opinar quien quiera. Desde un familiar a un compañero de trabajo, una amiga o una señora random que pasaba por ahí. Por algún motivo que desconozco, si estás embarazada, algunas personas se creen no ya con derecho a apearse de la tendencia social de huir del body shaming, sino a renunciar a un mínimo de educación y respeto.

Mis tripas de embarazada siempre han sido el foco de comentarios. No me sirve ni siquiera la típica respuesta de «Es que es el cuarto embarazo…» porque con el primero, para ciertas personas, ya era una tripa por encima de la media. El segundo fue más “moderado”. Pero con Fátima, además, se añadió el shock de que, cuando empezó el confinamiento (marzo 2020) yo no tenía tripa, pero volvimos a trabajar en presencial en septiembre y estaba de casi 8 meses: «¡Qué grande estás!», «Vas a explotar», «¿Pero aún te queda un mes?», «Pues mi prima segunda está de lo mismo y tiene la mitad de tripa que tú».

Ahora con el cuarto (no me olvido de Georgie, pero es que con él sí que ni tiempo dio…), llevo recibiendo comentarios desde la semana 11. 

Y, la verdad, es que es un poco cansado.

¿Por qué los hacen? Agradezco que alguien me avise si se me ha quedado una espinaca en un diente y no me he dado cuenta, pero, sobre mi cuerpo de embarazada, ¿se sienten en necesidad de avisarme por si yo no me veo día a día en el espejo? 

Quizá son comentarios sin malicia, hechos un poco a la ligera, sin mala intención… Quizá. Pero tal vez la “falta” esté justo en ese “a la ligera”, en el no hacerse cargo (más grave, creo, cuando la mayor parte vienen de otras mujeres que han estado embarazadas y podrían ser conscientes de qué va esto).

Admitamos que en ocasiones es “hablar por hablar” y no pensar dos veces antes de hacerlo. Pero también admitamos que eso muchas veces lleva a una falta de educación (cuando no a una grosería).

Incluso suponiendo que a algunas chicas no les afecten nada de nada y lo lleven con deportividad, según la EPA (Experiencia Propia y Ajena), estas palabras no se quedan flotando en el aire, sino que es contenido altamente inflamable y pueden hacer cóctel molotov con las hormonas en esos momentos en los que te pesa la tripa y el alma y no consigues verte guapa con nada? El clásico «Si no puedes alabar, cállate» sirve también para las embarazadas.

¿Por qué esa necesidad de comentar? Acepto comentarios positivos (luego hablaré de eso), pero no entiendo los negativos. Sé que un simple «Uy, qué tripa más grande» no tiene que ser negativo en sí, no es lo mismo que quien te llama directamente «Gorda» (muy heavy, basado en hechos reales), pero tampoco es neutro: sí incluye una comparación. ¿Tripa grande respecto a qué?

¿Respecto a la tripa que tenía yo antes de estar embarazada?

¿Respecto a la tripa de las otras mujeres de mi alrededor que no están embarazadas?

¿Comparando con la tripa de la muchacha que tiene una tripa más pequeña? 

¿Lo importante es el tamaño de mi tripa o que yo y el bebé estemos sanos?

¿Quién tiene que decir si el tamaño es adecuado o no?

Desde mitad del embarazo, he podido echar mano de la opinión de los expertos: en la visita con la matrona alrededor de la semana 20 me midió la tripa y dijo: «Perfect size». Y ha repetido el comentario en las siguientes visitas desde entonces. Así que, a partir de ese momento, a cualquier indiscreción al respecto, he ido contestando: «La matrona dice que es perfect size».

No, no son gemelos.

No, una tripa grande no indica necesariamente un bebé grande.

Sí, puede que haya tenido que comer cada hora durante el primer trimestre (y más allá) porque tenía unas náuseas perpetuas como si viviera en una barquita en alta mar con tormenta constante.

En algún momento me he preguntado por qué tanta extrañeza o a veces incluso comentarios escandalizados según pasaban los meses.

¿Será que ya no es tan frecuente ver embarazadas y entonces no tenemos referencias de lo que 9 meses de criar un hijo dentro supone? 

¿Será que la presión social por nuestra imagen nos lleva a creer que tendríamos que estar embarazadas sin parecer que estamos embarazadas?

Tal vez el primer paso es darse cuenta de que esos comentarios lanzados “sin pensar” y sin intención de herir puede, en realidad, hacer daño… y mucho. Y no solo a la persona que los recibe (luego hablo de esto). El segundo paso consiste en darle la vuelta a la tortilla.

Piropea a una embarazada

Si ves a una embarazada y sientes una necesidad imperiosa de comentar sobre su aspecto, que sea algo positivo. Y si no puedes decir nada bonito y sincero, mejor calla. Si aun así te queman las palabras en los labios y sientes que tienes que aportar algo al mundo ante la visión de esa tripa tan redonda y descomunal a tus ojos, habla para ofrecer ayuda, para preguntar cómo se siente esa mujer, qué tal está, si hay algo que puedes hacer por ella. Considera «apadrinar a una madre», como os comentaba en este post.

No soy de la opinión de que no haya que comentar nunca nada sobre el aspecto de los demás. Sí creo, claro está, que no hay que decir nada negativo. Pero si hay algo bello en el otro, ¿por qué no? ¿Por qué no resaltarlo? Ya sé que soy algo más que mi exterior, y no corro ningún peligro de vanidad porque de vez en cuando alguien me diga que qué guapa estoy. Tampoco voy a pensar malamente que esa persona no está valorando mi inteligencia ni mis talentos porque está opinando sobre mi físico. 

Hace un par de veranos, caminando por Princeton, vi que una chica me sonreía en la distancia. Al llegar a su altura me dijo: «Me encantan tus pantalones» (unos pantacas hippilondios, preciosos, que me había comprado en Portugal). «Pues a mí me gustan tus pendientes», le contesté. Hablamos medio minuto más y nos despedimos sonriendo. He tenido varias interacciones así con desconocidas en los últimos años. Me parece un momento de conexión breve y bonito. De esa amabilidad de los extraños de la que os he hablado a veces. 

Si creo que los piropos son algo que agradecer, con más motivo cuando estás embarazada:

«Tienes una tripa preciosa»

«Ya sabes que siempre me encantan tus tripas tan redondas en tus embarazos»

«Tienes el glow de la maternidad»

«Con cada hijo estás más guapa»

«Estás resplandeciente, en serio»

«Qué bien te apañas con la ropa premamá con las cosas tan feas que a veces hay para estos momentos»

Si aun así queréis llevar el “piropear” a un nivel más profundo-trascendental-antropológico y no quedaros solo con lo externo, ¡adelante!

«Es increíble lo que estás haciendo: gestando una vida en tu interior»

«¡Qué ganas tenemos de conocer al peque!»

«La felicidad de llevar una vida dentro se te nota en la cara»

«Qué pasada. Un ser humano creciendo dentro de ti. Una persona totalmente nueva. Con todo su potencial, con su libertad, con todo lo que llegará a ser».

Creo que esto es parte de la importancia que tiene el relato en medio de una corriente de “desmitificación de la maternidad”. Cómo contamos la maternidad tiene que ver también con qué decimos a las mujeres embarazadas y cómo hablamos de ellas (y a ellas). (Y eso que en este post no me estoy metiendo en el tema de «Comentarios ante un nuevo embarazo», porque ya os conté alguna cosilla recientemente aquí. Pero, vamos. Hay para hacer una tesis).

El primer piropeador: tu marido

Una de las cosas que más temía de la vuelta al cole este año era… los comentarios en el patio sobre el tamaño de mi tripa. Sobre todo después de mes y medio sin que los habituales en el patio hubieran visto su evolución, me esperaba de todo. Como así sucedió. No llegaban en el mejor momento, con las hormonas de la recta final del embarazo haciendo de las suyas. Empecé a inventarme la fecha probable de parto cuando me preguntaban, o a decirla vagamente «Es para octubre…». Y así intentar paliar las caras de escándalo y los «¡¿Todavía te quedan dos meses?!».

Aparte del propio trabajo que una misma va haciendo de ganar en libertad interior ante las opiniones ajenas e ir profundizando en el valor incalculable que posee lo que está sucediendo en su interior, para mí es fundamental la mirada de los maridos, capaz «de percibir en cada nuevo surco, en cada nueva curva, la huella de un misterio, de un regalo, ante el que solo cabe el asombro, la admiración, la alegría, el agradecimiento y el amor», como os contaba aquí. Capaz de ir alimentando tu propia mirada con sus actos de ternura. Que si en algún momento dudas de la belleza que hay en esa curva en crecimiento, él esté ahí para recordártelo. Con palabras y con gestos. Que te haga más llevaderas las vicisitudes que a veces implica la impresionante labor que estás realizando durante 9 meses.

Y también que te defienda ante los comentarios, si está presente cuando se lanzan. Pablo, además de repetir el veredicto de la matrona, va añadiendo otras respuestas de su propia cosecha («Lucía le ha preparado a british baby un apartamento ahí dentro con todas las comodidades, nada de un cuchitril»).


Quería escribir un artículo reivindicativo, sí. Porque creo que hay mentalidades que hay que ir cambiando, por el bien de todos. Pero no se trata de caer en una lucha de nosotros vs ellos o en la victimización. Tampoco la solución es contestar a los comentarios groseros con otra grosería, pero sí podemos usar el humor, la ironía o simplemente un comentario conciso y educado para aportar nuestro granito de arena a este cambio necesario. 

A la vuelta de vacaciones, la hija pequeña de una amiga me dijo: «¿Todavía tienes al bebé en tu barriga? Parece que llevas 4 años embarazada» (4 años era como una eternidad para ella, ya que tiene 6). Me reí y le expliqué que un bebé necesita 9 meses ahí dentro para terminar de crecer, porque primero es pequeño como un grano de mostaza y luego aparece la cabecita, los brazos, etc etc.

Tal vez así haya que tomarse los comentarios de los adultos: como ocurrencias de niños a los que hay que explicar con paciencia y cariño los elementos más básicos de lo que implica esta aventura maravillosa de ser madre

P. D: Más ejemplos de cosas bonitas que decir a una embarazada, sacados de las ideas que me compartisteis muchas por Instagram el otro día cuando hablábamos de esto.

  • «Te brillan los ojos»
  • «Irradias alegría»
  • «Qué guapas estáis las embarazadas, se nota que estáis haciendo algo grande»
  • «Ahora vas con dos ángeles de la guarda»
  • «Qué piel más bonita tienes»
  • «Qué bien te sienta la maternidad»
  • «Qué bien te queda la tripita»
  • «Tus tripas son super redonditas y perfectas»
  • «Cuánto queremos ya a este bebé»
  • «Qué privilegio cooperar con Dios en dar vida»

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