Hace un par de años, una cantante famosa hablaba en una entrevista sobre su último éxito, compuesto pensando en su ex novio. El periodista le preguntaba por las causas de la ruptura. La respuesta era algo así: «No fue culpa de ninguno de los dos. Simplemente algo malo apareció entre nosotros y lo fastidió todo». Me preocupó esta afirmación. Sobre todo, me inquietó la presencia de un ‘algo’ misterioso y sin identificar pero con poder suficiente para meterse en medio del amor de dos personas y echarlo a perder sin que nadie pudiera hacer nada.
Metemos cabeza para todo en la vida menos para las relaciones personales. Se supone que a tratar con la gente se aprende en la familia, en el colegio y en la sociedad como por ósmosis. Es algo tan cotidiano y que sale tan natural que no sentimos la necesidad de poner de nuestra parte. Déjalo fluir. Sigue a tu corazón. No te preocupes. Be happy.
El amor se convierte entonces en una flor que brota de repente y que hay que regar y abonar. O en un recipiente lleno de agua del que somos guardianes —y mucho ojo con no derramarla—. Lo peor de todo: no importa todo el agua que le eches a la flor ni que le compres el mejor fertilizante del mercado, siempre existe la posibilidad de una helada imprevista, de un animal hambriento, de una pisada descuidada. Tampoco te molestes mucho en cuidar tu barreño: todo el mundo sabe —y está aceptado— que el agua se evapora, se enturbia al estancarse, y la misma pisada descuidada que aplastó la flor puede darle un puntapié y vaciar su contenido.
No creo en el amor como flor o como recipiente de agua. Algo que nos quita tanto el sueño, que afecta nuestro día a día, que ha suscitado tantos escritos, canciones, películas, reflexiones filosóficas, tantos corazones alegres y tantos corazones heridos… no puede estar en manos del azar, de las inclemencias del tiempo o de los estados de ánimo.
El amor es arremangarse el alma, escuchar al corazón y meter cabeza —lo malo es que a veces, cuando metemos cabeza, es sólo para calcular, y claro, un cariño que se pone a echar cuentas muere en el acto—. El amor es construir una catedral. En ocasiones te pones manos a la obra con toda la ilusión del mundo y lo que consigues es una caseta. Los motivos pueden ser múltiples, pero no podrán decir que no lo intentaste, que no luchaste por ello, que no te empeñaste lo suficiente. Sabrás que no dejaste en brazos del destino de modo irresponsable el mayor proyecto de tu vida. Y no vivirás con el miedo de que en cualquier momento aparezca “algo malo” que lo fastidie todo.
Escrito originariamente el 11 de febrero de 2014
Agradezco a Pepa haberme hecho el descubrimiento de que el amor es algo que se construye, en el verano de 2011.
Agradezco su recomendación del libro —como buena librera que es— Construir el amor, de J.P. Manglano, el número 2 en la lista de 11 Libros para pensar sobre el amor.
¡Hola! Saludos y un hurra de un internauta despistado que no sabía que esta maravilla estaba en la red. Especialmente bueno este post, comento. Esta es la mirada de un hombre, en flash, sobre todo el asunto. El amor hombre-mujer es todo dimensiones que vas aprendiendo a integrar, de abajo-arriba, de arriba-abajo. Todas se complementan: tirón del cuerpo, atracción, qué guapa es esa chica, que se te vayan los ojos a ella, las emociones, calor, frío y chispas en el estómago, ese interés, ese irse fijando, ir conociendo más –o no, pero si te enamoras de unos ojos bonitos, perdóname, tío, pero eres idiota-, vivir el sentimiento más y más hondo de afecto y admiración y ternura y asombro (¡guau! ¿Cómo es que existe una persona así?), identificarse, enamorarse, que es mirar y sentir al otro como EL hombre y LA mujer, toda la “feminidad” de tu mundo en una chica. “Puede ser ella, tío”. Sentir como que tu historia se centrara en esa persona. Chesterton con Frances. Guardar en el corazón lo que hace y lo que dice, darle vueltas, intentar asomarse a esa intimidad que es como un pozo profundo que te refleja. Presentir, luego encontrar esa identidad tan íntima y profunda entre los dos, el otro yo, esta es hueso de mi hueso y carne de mi carne, que es como decir corazón de mi corazón, y a la vez esa diferencia que atrae y descoloca del todo, un mundo entero en femenino, y… ¡complementario, no alien, como pensabas cuando tenías doce años! Tú tan contento en el Edén, y no sabías que te faltaba algo hasta ahora.
Eso es lo básico. Nada funcionará nunca sin construir una amistad que sea tan profunda, tan sincera y tan desinteresada como para que luego podáis apostar el uno por el otro. Si no la construyes, puedes enamorarte todo lo que quieras, y sólo te vale para escribir poesía. Buena poesía a veces. Ir aprendiendo los lenguajes de una mujer y un hombre es como aprender a bailar el vals. La complementariedad no crece sola, y si no tienes hermanas más difícil todavía. Tienes que aprender cosas misteriosas en plan que él guía aunque ella baila mejor, pero que guía buscando el ritmo que marca ella. Que a veces está pidiendo lo contrario de lo que dice, eso de que necesita que la escuches sin decir nada y te lo tomes todo en general en vez de discutir los detalles, y no le des ningún consejo hasta que está segura de que has entendido bien todo lo que siente. O que hay cosas que tú necesitas hacer mostrando independencia y por ti mismo, que para eso eres un hombre, o que necesitas separarte para pensar, integrar un poco lo que sientes o lo que te va pasando mientras te distraes con otra cosa, hasta entonces no puedes hablarlo. Y eso no tiene que alarmarla. Que hay que decir en alto muchas cosas que dabas por sentadas. Con todo eso, todavía no has hecho más que empezar, sigues a nivel de instituto, y nada contra el instituto, pero hay que seguir subiendo o morir.
Hay una fase de explorar, de fijarse y de ir de chica a chica conociendo, explorando complementariedades y haciendo amistad, y es mejor no quemar esa etapa. Hasta que alguien te diga que sí, tú eres libre y estás buscando. Pero antes o después, estarás en la encrucijada. Te das del todo o no te das del todo. Las emociones van y vienen, con indigestión no hay quien se sienta enamorado, los sentimientos bajarán de intensidad. Si eres hombre, lo sabes, funciona como un reloj suizo, “una mañana te levantas y piensas, ¿Qué ha pasado con aquello que tal y tal, y tal…?” Si dejas que todo siga su curso sin más lo normal es que en quince días estés fijándote en otra. Si es lo que quieres, allá tú con tu vida. Si quieres a esta, comprométete.
Hará falta abrir un camino a través de la selva, machetazo va y machetazo viene, luchando por ella, resistiendo, cor-te-ján-do-la, cinco sílabas, conociéndola más y más y más, dándote, estando allí para ella si te corresponde, y de allí a dar la vida. Empiézalo y te implicará hasta el fondo, nadie sale igual de un amor así. Casi todo el mundo prefiere cosas más light, cobardes, pero en el crimen llevan el castigo, o se empantanan en enamoramientos raros que se les salen de madre, amor-odio, dependencia y la leche, y no saben por dónde tirar. La clave es elegirla. Sufrirás, pero tío, también conocerás esa alegría que es de los que aman. Para los hombres sólo hay una base, cualquier otra se te hunde antes o después. Por Riley. Piensas en el bien de ella, y en el tuyo. No podéis estar bien juntos si eso hunde a uno de los dos, matemáticas. Si hacéis más daño que bien, si queréis cosas distintas en la vida, si no hay ni una pizca de atracción, si ella cambia de opinión o no te corresponde después de un tiempo, si uno tiene otros compromisos. Te agarras a eso como sea, lo tienes fijo, es adonde siempre vuelves. Dispuesto a lo que sea, hasta a dejarla ir si ves que es lo mejor para ti y para ella, la fuerza que te da eso te sorprenderá a ti mismo, te arriesgas a la traición, te arriesgas al fracaso, renuncias a engañarte de una manera que os haga daño y a por todas. Lo que cuenta no es el sentimiento, sino lo que significa. Sin eso, no vas a aguantar la lucha. Lucha en el corazón, porque todos estamos heridos, tenemos nuestros demonios, y cuando se ponga serio, aparecerán. El miedo (estamos llenos de miedo, es flipante), los celos, las ansias de dominar al otro y el orgullo, las heridas de infancia, la ceguera en cosas que hace daño permitir, la falta de respeto. Tendrás que luchar, y luchar, y luchar, y volver a empezar y pedir perdón. Si te dejas llevar empezarás a funcionar por puro deseo y a mirar a la chica a la que amas como carne, y la utilizarás primero en tu cabeza y luego fuera de tu cabeza si ella se deja para algo para lo que te valdría cualquier pornografía en Internet: ser la cara de tu apetito y tu fantasía sin nombre, y al final la dejarás tirada por la dinámica de ese utilizar. Por mucho que te digas ahora. O tratarás de dominarla en los sentimientos y de negarla para afirmarte. O te empeñarás en verla como no es y te construirás un ídolo del que depender, ante el que arrastrarte y al que odiarás cuando te decepcione. Nada de eso es justo, pero lo último es más peligroso, porque hace que uno se pierda el respeto a sí mismo y el norte, y no podrás ayudar nunca a alguien si eres su fiel sirviente y dependes de sus estados de ánimo, así no puede apoyarse en ti.
Es más difícil ahora. Los simuladores de vuelo de la Edad de los Cursis están mal hechos [la Edad de los Cursis, para los que no lo sepan, va después de la Contemporánea y arranca con la primera telenovela venezolana]. Hablo de los libros, las películas, los anuncios, las revistas y las series, donde uno vive el amor antes de vivirlo. Son más vivos y tienen más detalles que nunca, es casi imposible no sentirse identificado, formato hiperrealista, se repiten diez mil veces y en todas partes, pero son mentiras, basura hecha para los drogatas de los sentimientos. Te preparan para un romanticismo de fantasía, el Edén, carreras por aeropuertos, tensión y complicidad sexual constantes que fluyen como si nada, it flows, amor, felicidad, juventud, belleza y placer a tope, plenitud y excitación a velocidad de videojuego. Es todo mentira, y la gente monta sus proyectos de vida con eso, analiza sus relaciones con eso, se juega su felicidad con eso y así les va. Si eres adolescente, sí, estoy hablando de Memorias de Idhún, Moccia, Meyer, Gray, el Gran Hermano y toda la pesca. Si aprendes a excitarte con mentiras, a emocionarte con mentiras y a enamorarte de mentira, vas listo, chaval. Ni de broma puedes conectar imaginación, deseo y realidad, y eso significa que vas a vivir más decepciones que si fueras de los Chudley Cannons, los amores que salen de ahí están marcados por la decepción constante, más todavía, lo anticipas, sabes que la realidad te decepcionará y eso te da miedo, así que… Cuando fantasear se sale de madre, la realidad no basta y hasta estorba. En el mundo real hay que luchar todos los días. La atracción bien vivida es más como un destello que como algo que te deja jadeando, y si quiere ser algo distinto de lo del borracho por la camarera/da igual lo fea que sea, tiene que ir dentro de la ternura, y la ternura dentro de la mirada del amor, y la mirada dentro de la entrega y la lucha por el bien de ella, los gestos de cariño cuestan y quedan ahí. Todo junto, no en fragmentos que te recuerdan a esto y a aquello, estás viviendo vuestra historia y no la de nadie más. Tío, cómo han cambiado las cosas. Los tiempos, las esperas, el cortejo que servía precisamente para adaptarse a ella, para aprender a ser su hombre, los paseos, las cartas, los regalos, las flores, el ir paso a paso, al principio sólo cogerse la mano, que el primer beso sea un punto culminante y signifique algo de verdad, todo eso son cosas importantes, y los victorianos lo sabían mejor de nosotros. Y por eso, al 98% de las chicas que conozco les gusta Jane Austen. En ellas la gente lucha, se adapta y fracasa o lo consigue, pero siempre como un señor. Para variar. Si quieres hacerla feliz, realmente feliz, pues lucha para apoyarla con sus amistades y con su familia, ábrele el mundo, ayúdala a trabajar, a reírse, a crecer, a luchar por su futuro, a no perder esa niñez y ese sentido de juego que evitan que nos volvamos locos, protege su vida y su salud, que te tenga a ti para no perder el norte, dale tu tiempo, ten detalles, dale libertad, échale la bronca cuando necesita que alguien le eche la bronca, marca una diferencia en su vida. Cuida su intimidad y la tuya, necesitáis un espacio propio y cosas que sean sólo vuestras. Aprende a redirigir tus sentimientos cuando se te salgan de madre. Cuídate tú, cuida tu mundo interior, las matemáticas. Vuelve a empezar una y otra vez. Sé fiel o no eres un hombre. Lucha contra todo y contra todos, sobre todo contra ti mismo. Tienes que estar dispuesto a no volverte pasivo jamás, no tirar la toalla pase lo que pase. Tienes que aceptar que hay cosas que no puedes cambiar. Tienes que acompañarla en el dolor cuando no puedas hacer nada más, y tragarte la impotencia. Tienes que recordar que los mayores gestos de amor son los que salen del fondo de una decepción. Si haces todo eso, o lo intentas, entonces un día sí que estarás preparado. ¿Preparado para qué? Para prometeros y casaros, y fundir vuestras vidas. Porque la entrega plena tiene que ser para toda la vida, no hay otra, la naturaleza de lo que pasa entre los dos lo pide, la vida misma lo pide, el sentimiento lo pide y, sobre todo, el amor, sí es auténtico, lo pide. Que seáis tú y ella hasta la muerte, que tus cosas sean sus cosas, sus amigos tus amigos, su familia tu familia, su casa tu casa, sus problemas tus problemas, sus luchar tus luchas, que uno de los dos muera con el otro al lado sosteniéndole la mano. Uno. Eso es una revolución en Mali o en Nueva York, y más cuando de pronto hay vida nueva y uno es padre o madre. Con todo eso, no bastará. Ningún ser humano llena a otro. Os haréis heridas que el otro no puede curar, cada uno se da como es, y no puede esperar “lo mismo”, puede esperar que el otro se dé como es, y a veces ni eso. Hay vacíos, expectativas que nunca se cumplirán, huecos. A veces no os comprenderéis, a veces serás dolorosamente consciente de dónde están tus límites, que a veces no bastas para llenarla, que a veces ella no basta para llenarte a ti. Cosas que darás sin recibir nada a cambio, cosas que afrontarás solo. Ella te fallará, y tú a ella. Habrá momentos en que todo el Universo se te vendrá encima. Por eso uno debe aprender a amar siendo humilde, a darse como es y como pueda, y aceptar amor de la misma manera.
Por eso uno debe ayudar al otro a ir más allá de los dos, de él mismo. Amarlo en el único amor que nunca cambia y nunca termina, el amor que mueve el Sol y las estrellas. Sentirse pequeño ante el amor grande. Amar como reflejo de Dios. Amar como si uno fuera un cauce. Porque peregrináis juntos, dos criaturas con un alma en peligro. Dos mundos complementarios. Sois camino y misión de vida el uno para el otro, y sólo un amor que os trasciende a los dos puede ser pleno, y lo aprenderéis una y otra vez, a veces con dolor y a veces con maravilla. El Sacramento os dará esa ayuda. Sólo con él el cristiano puede seguir esas instrucciones de lunático que son “ama a tu mujer como Cristo amó a su Iglesia». Ama a tu mujer como Cristo la ama, como Cristo te ama.
Y nada más. ¡Saludos!
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¡Muchas gracias por tu reflexión!
Cuántas ideas para pensar y darle vueltas… Muy, muy intersante. ¡Gracias!
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