El sexo es bastante sencillo: pero sacarle todo el potencial que contiene por diseño, vivirlo de una manera que nos haga querer más y mejor, disfrutando con todo nuestro ser, que nos sintamos queridos, deseados, acogidos, en cada centímetro cuadrado de piel y de alma… eso no sale solo (porque así sucede con las cosas que más valen la pena) como os contaba en el post anterior: hay que desterrar el mito de la espontaneidad, ser conscientes de que el tiempo es un aliado del amor (también en este tema) y de que podemos construir y alimentar el deseo.
Incluso con todo esto en mente, aún quedan algunos escollos que podemos encontrarnos a la hora vivir nuestra intimidad matrimonial.
“Cuanto más sexo, mejor”
No necesariamente: el vivir una sexualidad satisfactoria en el matrimonio no es un problema de número de veces, sino de conexión y de expresión de amor. A veces puede haber muchas relaciones pero de baja calidad (con prisas, poco cariño, poca comprensión, poca atención del hombre al ritmo de la mujer…).
No hay una frecuencia ideal única. Es un tema de conversación de la pareja y no para hablarlo una vez y ya está, porque la vida va variando con sus circunstancias. En este sentido es bueno recordar lo que señala Weiner-Davis sobre que la persona con bajo deseo sexual es la que controla las relaciones sexuales, el peligro de sentirse rechazado y la importancia de la acogida y el cuidado, como os contaba en el post anterior.
Obsesión por el placer
Aunque en este artículo ya os hablaba del papel del placer, ahora me quiero detener en la idea de no obsesionarse con el orgasmo:
1. No pasa nada por llegar al orgasmo en momentos diferentes.
Llegar a la vez puede ser una experiencia espectacular y, si se logra, fenomenal; pero algunos autores señalan que obsesionarse con ello pone una presión inútil en la pareja y que muchas veces compensa más olvidarse de esto como meta ideal y disfrutar de orgasmos “desacompasados”.
2. Ya he comentado antes que hombres y mujeres vivimos la sexualidad de manera distinta, y eso no es malo.
No estamos mal hechos, ni unos ni otras, pero podemos llegar a pensar que sí cuando nos han contado tantas veces que lo más importante para medir el éxito de una relación sexual es el orgasmo y nos topamos con la realidad de que, muchas veces, la mujer puede que no llegue a él (digo la mujer porque suele ser el caso más frecuente). «Cuando la satisfacción del deseo se convierte en meta me estoy alejando del sentido. Así se produce el vacío», explica la socióloga Eva Martínez.
Además, el placer que se experimenta en una relación sexual no se reduce al orgasmo: «Puede haber relaciones muy placenteras porque nos hemos cuidado mucho. Aunque no lleguemos al orgasmo, el gozo puede ser muy fuerte», afirma Nieves González Rico, directora académica del Instituto Desarrollo y Persona de la Universidad Francisco de Vitoria. Otro caso es si, como os contaba aquí, existen problemas persistentes: si nunca se experimenta placer, si hay dificultades que no se solucionan simplemente con buena comunicación… tal vez es el momento de buscar ayuda. También en el caso de que falte el deseo sexual, porque esto «nos alerta de que algo no va bien. Es como el dolor: una señal de alarma», según explica la psicóloga Teresa Lamana.
La falta de tiempo
La falta de tiempo no es un mito sino una realidad muy palpable en las vidas de muchos matrimonios. Lo que puede ser un mito es pensar que solo se puede hacer el amor en un momento ideal de descanso, sin preocupaciones, a tope de energía y sin miedo a interrupciones.
Como dice una terapeuta famosa por sus charlas TEDx sobre estos temas, Esther Perel, las parejas exitosas sexualmente han superado ese pensamiento de que «la pasión solo caerá del cielo mientras doblas la ropa». Ella defiende que «el sexo comprometido, entregado, es el sexo premeditado. Es intencional. Deliberado. Hecho a propósito. Es atención y presencia».
Siendo realistas, en ocasiones puede ser beneficioso programar cuándo hacer el amor. Nuestros calendarios echan humo de eventos y tareas que programamos. Algunas, posiblemente, muy importantes. Pero ¿estos momentos de conexión única con la persona que más queremos no son lo suficientemente importantes como para hacerse un hueco en nuestras agendas? La experiencia demuestra que, generalmente, el “sexo espontáneo” puede acabar siendo “sexo inexistente”.
Solemos escuchar lo de «Hay que buscar momentos para hablar los dos con calma», pues, ¿por qué no lo mismo para las relaciones sexuales? Ambos seguro que tenéis ganas de pasar tiempo con calma y hablar, pero a veces en el día a día, si no os lo proponéis y fijáis un momento, no lo consigues. Pues con las relaciones puede ser lo mismo: si el matrimonio ve que, si lo dejan solo a la espontaneidad ideal, eso se traduce en nada, porque a veces la vida nos puede, ¿por qué no meterlo en calendario? «El sexo no es la última tarea que nos queda por hacer sino un regalo que nos vamos a permitir», afirma Nieves González Rico, y añade un dato interesante: «Citarse permite disfrutar anticipadamente de lo que vamos a vivir».
Además, si vivimos en ese “continuo” del deseo del que os hablaba, resulta más probable que a veces sí surja “espontáneo” con una mirada o una caricia, con un pestañeo o una sonrisa, en la cama o en la isla de la cocina. Pero es espontáneo en ese segundo tipo de espontaneidad que describía aquí. Porque lo que guía ese deseo no es un impulso ciego sino mucho amor del bueno. Al final se trata de integrar todas nuestras potencias. Es un deseo impulsado por la cabeza, la voluntad, el corazón: un deseo enriquecido. No puedes obligarte a desear, pero puedes poner los medios para alimentar el deseo, construirlo, potenciarlo.
El sexo mejora con el tiempo, decíamos, pero no de manera automática, sino cuando vamos creciendo y madurando como pareja también en todos los demás aspectos de nuestra relación. Conocernos mejor nos lleva a querernos mejor, y eso se retroalimenta. Y, para ser expertos en el otro, es imprescindible una buena comunicación. Aquí os hablaba de la importancia de hablar de las relaciones sexuales. En el próximo post daré algunas ideas más concretas sobre cómo tener grandes conversaciones sobre este tema.
Post anterior:
Hacer el amor: el mito de la espontaneidad y cómo construir el deseo
Próximo post:
Hacer el amor: conversaciones para uniros más
Muchas de las ideas de este post surgen como motivo de la reflexión en y tras las sesiones con mis grupos de lectura de Canavox en las que hemos hablado de esto. También tras realizar el curso Desearte, del programa «Aprendamos a amar» de la UFV.
Foto de Jonathan Borba en Unsplash