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Desenmascarando la incompatibilidad sexual

“¿Cómo voy a estar con un chico toda la vida si no sé si es bueno en la cama?»
“Es mejor probar la compatibilidad sexual antes de casarse”
“Tenemos que conocernos también en el sexo, para saber si nos gusta lo mismo”
“El sexo en el noviazgo es necesario”
“Hay personas que no disfrutan del sexo y eso puede hacer la relación complicada” 
“Como el sexo no sale bien a la primera por eso es importante practicar antes”
“Prefiero que el sexo sea con alguien con quien sea fácil”

Seguro que, como yo, os habéis topado en algún momento con estas afirmaciones y otras parecidas. Puede que incluso alguna vez os las hayáis planteado vosotros mismos y/o a vuestra pareja. Pero ¿tienen sentido? En este post voy a intentar explicar cuánto hay de mito y cuánto de verdad en ellas.

AVISO: esas frases creo que reflejan que no se está entendiendo bien lo que significa la relación sexual en una relación que quiere ser algo más que sexo. Si lo que quieres es solo sexo por sexo es lógico que des más importancia al orgasmo que a la persona que tienes enfrente, más al placer que al cariño, más a la intensidad que al hecho de que un gesto sea verdad… Pero si a por lo que vas es a por un amor del bueno… mejor quitarse prejuicios de la cabeza.

La incompatibilidad sexual no existe

Esto se lo escuché por primera vez a la psicóloga Mercedes Haydon: salvo casos patológicos, todos somos compatibles sexualmente. Es, además, de sentido común: hacer el amor es bastante sencillo, la humanidad lo lleva haciendo desde siempre y aquí estamos; los órganos sexuales de hombre y mujeres están diseñados el uno para el otro, no hay forma de que sean incompatibles. 

Lo que se suele llamar incompatibilidad sexual, dice Mercedes, hace más referencia a algo psicológico que a algo físico. Y si es algo psicológico… no es un impedimento insalvable. 

«Pero ¿y si no nos gusta lo mismo?». Ah, bueno, pero tener gustos diversos es otra cosa, no es incompatibilidad. Que de entrada nos gusten cosas diferentes quiere decir que somos personas distintas con nuestras propias preferencias ¡y eso es normal! También tenemos cada uno nuestra manera de comunicarnos y hay que aprender la manera del otro… pues con el lenguaje del cuerpo sucede igual.

Los gustos en el campo de la sexualidad…

1. …se hablan. 

2. …se respetan. Si tú le dices al otro (va ejemplo tonto): “Sé que te encanta tocarme la oreja pero me pone nerviosa y no me ayuda nada», pues el otro lo tendrá que aceptar y acoger… Sería un poco inmaduro que pensara «Como no le puedo tocar la oreja y a mí me flipa, pues no somos compatibles, así que mejor lo dejamos», ¿no? 

3. …también pueden cambiar… por épocas o por días. A veces las relaciones sexuales serán más de tipo tierno, otras veces apetecerá algo más pasional, algunas veces “innovaréis” juntos, otras iréis «a lo de siempre»…

Lo que llaman “incompatibilidad”, me comenta Mercedes, también surge al chocar los  distintos intereses de cada miembro de la pareja, porque uno tiene más ganas que el otro, por cansancio, estrés, etc… Esto puede llegar a ser un motivo de “atasque” cuando vemos las relaciones sexuales más como forma de obtener nuestra propia satisfacción que pensando en el otro. Si las vemos como satisfacer al otro y unirnos más como pareja entonces los factores de “incompatibilidad” empiezan a desaparecer porque me voy poniendo en línea con lo que quiere el otro.

En este sentido, la compatibilidad es una meta, no un punto de partida, como os contaba en «El mito de la incompatibilidad».

¿Qué es “disfrutar de una relación”?

Vivimos en una sociedad “orgasmocéntrica”: hay como una obsesión por el orgasmo. Como si fuera el fin del sexo: conseguirlo los dos y simultáneamente, claro. Eso es lo más importante, a eso llamamos “disfrutar de una relación” o “funcionar en la cama” o “tener una relación sexual exitosa” o “que salga bien”. ¡Error! 

Pensar así es una fuente de frustraciones enorme, especialmente, creo, para las mujeres. Porque mujeres y hombres tenemos unas curvas de excitación muy distintas. Y es un problema intentar igualar lo que no es igual. Es lo típico de las ideologías: que intentan encajar, aunque sea a martillazos, la realidad en unas “ideas bonitas”. Pero gritar que mujeres y hombres somos iguales en nuestra manera de vivir el sexo solo está haciendo que muchas mujeres (¿la mayoría, quizá?) puedan preguntarse si están mal hechas: “pues no llego siempre al orgasmo”, “pues tardo en llegar”, “pues esto o aquello no me excita”, “no me pasa como a las protagonistas de las pelis/series, ¿seré rara?”… 

Sobre este tema, os recomiendo leer «A vueltas con el orgasmo femenino», de la gran Isis Barajas. A raíz de algunos datos sobre la dificultad de una gran número de mujeres de disfrutar de las relaciones sexuales, Isis se pregunta si estaremos mal hechas las mujeres. No os perdáis su respuesta.

También este post de Eva Corujo en Instagram y este otro, sobre el placer y el orgasmo. 

Dejemos de poner sobre mujeres y hombres el peso de tener que ser unos “maestros del sexo” (y, además, serlo a la primera). Esto hace muy poco a favor de las mujeres hacerlas creer que deberían funcionar como los chicos. Es muy injusto para el hombre hacerle creer que sí o sí es una especie de semental sexual. 

Tres ideas sobre el placer: 

1. No pasa nada por llegar al orgasmo en momentos diferentes de la relación sexual. 

2. No pasa nada por vivir el placer de forma diferente, no es ni mejor ni peor tardar mucho en llegar al orgasmo o tardar poco, somos complementarios y estamos hechos para eso, para complementarnos. Y no es malo si no siempre llegas al orgasmo, por lo que va en el punto 3, y porque realmente puedes sentir muchísimo placer con las caricias, los besos, las palabras de amor… aunque no llegues a “culminar”.

3. Lo más importante de la relación no es alcanzar el máximo placer posible sino expresar el máximo amor posible y la mayor entrega con nuestro cuerpo. (Y en «Sexo de verdad» os contaba cómo esa entrega completa de nuestro cuerpo es verdadera cuando es expresión de la entrega completa de nuestra vida). 

¡Ojo! Que el placer no sea lo más importante no quiere decir que no sea importante. Lo explica muy bien María Álvarez de las Asturias en este artículo del que os copio un párrafo:

«Las relaciones sexuales están para manifestar al otro el amor y disfrutar juntos del placer de dar y recibir amor. Así, el placer que resulta del verdadero amor y del deseo de compartir todo su ser con el amado es necesario para aumentar el amor y fortalecer la unión de los esposos»

maría álvarez de las asturias

En Sexo para inconformistas, Alberto y Trini destacan esta idea también:

«Unas buenas relaciones sexuales en las que los dos disfrutamos de ellas, cada uno a su ritmo, son una auténtica fuente de unión que cada vez se hará más fuerte»

Definamos “ser bueno en la cama”

“¿Cómo voy a estar con un chico toda la vida si no sé si es bueno en la cama?”. Me recuerda a lo que me dijo una amiga cuando teníamos unos 13 años sobre su novio: “Tía, es que besa muy mal. No puedo estar toda la vida con alguien así”. 

Pero cuando queremos a alguien ¿por qué le queremos? Pensando así ponemos, de nuevo, el placer en el centro y por encima de la otra persona. Y olvidamos que hacer el amor no es una cuestión meramente técnica —cómo me pongo, dónde hay que tocar, cuánto tiempo, con qué intensidad— aunque tener unas nociones básicas resulte útil; sino de querer de manera integral. Por eso la importancia de la ternura

Nuestra obsesión por el placer es, en concreto, obsesión por el propio placer, pero una relación sexual es una relación, es decir: mirar al otro, acoger y entregarse, quererse; amor del bueno, en definitiva. Y si hay un amor así no iremos a por el simple disfrutar propio a toda costa.

Mitos, expectativas y tabúes sobre las primeras veces

Las primeras veces no son como suele aparecer en las pelis. No todo “sale bien” así a la primera (entendiendo “salir bien” desde esa óptica orgasmocéntrica que comentaba antes). Pero por supuesto que, cuando esas primeras veces se dan entre dos personas que se quieren, que se han entregado incondicionalmente y para siempre… ¡cómo no se va a disfrutar! Cómo no va a ser precioso ese momento en el que dos personas que se aman tanto se expresan con todo el cuerpo ese amor y esa entrega. 

Algo posible —y recomendable— en un ambiente con esta confianza y que no suele reflejarse en la ficción es el recuperar la risa en el sexo. Lo descubrí siendo adolescente gracias a Mónica de Aysa y su librito Sexo: un motivo para amar. Parece que un momento así tiene que ser como serio y solemne, o pasional y fogoso… como que la risa no pega. A raíz de una cita de C. S. Lewis en Los cuatro amores, De Aysa escribe:

«No deben perder de vista ninguno de los dos que reírse de uno mismo es muy sano y en estos momentos suele ser la solución ante situaciones absurdas, desconcertantes y que pueden de otro modo llegar a ser un problema».

Qué diferente que las primeras veces —con sus retos, sus torpezas, sus inexperiencias— sean en un ámbito de tanto amor y confianza en lugar de en un escenario en el que “hay que dar la talla”, porque, claro, si se trata de acostarnos antes de casarnos para ver “si somos compatibles”… eso se parece más a un examen o a las doce pruebas de Hércules que otra cosa. Mucho mejor hacer el amor sin preocuparse de si el otro me va a poner una puntuación, si tengo que alcanzar algún estándar fijado por la sociedad en cuanto a nivel de tigresa, semental o “crack del sexo” se refiere…

La youtuber Emily Wilson cuenta cómo muchas amistades y conocidos suyos le decían que, al esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales, su primera noche sería rara e incómoda. Pero, curiosamente, como ella misma señala en su vídeo, quienes le hacían estas observaciones eran personas cuya primera experiencia sexual no había sido en su noche de bodas sino de cualquier otra manera: 

«La única persona que te puede decir cómo es hacer el amor en tu noche de bodas después de haber esperado hasta ese momento es alguien que haya esperado a su noche de bodas para hacer el amor». Además, añade:  «“Incómoda” no será una palabra que use nunca para describir mi noche de bodas, porque estaba con un hombre que me amaba, me sentí amada, me sentí segura y me sentí libre (…). Supe que no tenía que “ser buena” en nada en absoluto, que teníamos toda nuestra vida para trabajar en el aspecto físico de nuestra relación y para disfrutarlo. Y sabía que la principal preocupación de mi marido aquella noche era que yo estuviera cómoda, segura, en paz».

¿Que las primeras relaciones sexuales pueden ser físicamente incómodas?

Efectivamente, es posible, pero, como dice la misma Emily, eso entra dentro de lo normal, lo natural y no constituye un problema, ni mucho menos un obstáculo insalvable ni una señal de “incompatibilidad”.

¿Puede doler las primeras veces? Sí. ¿Puede haber dificultades para tener una relación completa? También. ¿Puede costar disfrutar de las relaciones? Ídem. Los motivos son variados.  

Por ejemplo, Mónica de Aysa explica en el libro que os decía arriba que «el dolor y la incapacidad para mantener relaciones en algunas mujeres, se debe a una contracción vaginal (vaginismo) que no hace posible la penetración. La causa más común es la incapacidad para relajarse en el momento del coito, normalmente por miedo al dolor o al fracaso. […] Si el miedo al dolor no se supera puede que esconda otros problemas, tales como malas experiencias anteriores, una relación personas que ellas notan que no funciona; ansiedad o miedo a no ser capaces de “dar la talla”…». De Aysa habla asimismo de la anorgasmia (falta de orgasmo), que suele estar causada por un cansancio físico extremo, por malas experiencias pasadas o por una errónea educación sexual, que ve con malos ojos la unión entre un hombre y una mujer. 

Tanto De Aysa (en Sexo: un motivo para amar) como Jokin de Irala (en Un momento inolvidable) explican también otros posibles obstáculos que se pueden encontrar en las primeras relaciones sexuales. Todos ellos de fácil solución (De Irala da consejos prácticos muy útiles, además).

Teniendo en cuenta que esos “escollos” son algo habitual en las “primeras veces”, una vez más, creo que es mejor vivirlo en un ambiente de confianza y entrega, en el que, como dice Emily Wilson, suceden con la persona con quien vas a compartir toda tu vida, con la que tienes todo el tiempo del mundo para aprender a amar cada vez mejor, también con el cuerpo. 

A hacer el amor también se aprende

Decía al principio que hacer el amor es bastante sencillo. La teoría nos la sabemos. Como en la comunicación de pareja: hablar y contarnos nuestros días no parece difícil, pero alcanzar una manera de comunicarnos nivel pro, de esas en las que sabemos tomar decisiones conjuntas sin hacer dramas, perdonamos rápido, nos volvemos expertos el uno en el otro, sabemos transmitir sencillamente expectativas y deseos… eso requiere tiempo, esfuerzo, echarle ganas. Con el sexo es igual. 

Cuando era universitaria, me sorprendió la siguiente afirmación de una amiga, que estaba a punto de hacer sus bodas de plata: “Lucía, las relaciones sexuales que tenemos ahora mi marido y yo son bestiales, ¡nada que ver con las de recién casados! Muchísimo mejores”. Y me explicaba la razón: porque después de 25 años ya se conocían como a sí mismos, en todas las facetas; conocían cada pliegue de su alma y de su cuerpo; eran unos expertos el uno en el otro en la cama, sí, pero también en el sofá, en la cocina, en la calle… 

Hablar de sexo, como os contaba en este post, resulta esencial para conocernos cada vez mejor, para solucionar posibles dificultades que puedan surgir, para poder disfrutar de esos encuentros al máximo, con todo el ser. «El sexo mejora con el tiempo, siempre y cuando se hable» (Eva Corujo).

El libro Un momento inolvidable. Juntos por primera vez —que siempre os suelo recomendar para este tema— tiene una dinámica que me parece súper útil para facilitar conversaciones entorno a esto: se trata de puntuar diferentes enunciados sobre lo que significa para cada uno la relación sexual y también sobre los problemas o inquietudes que te plantea; se puntúa según lo que piensa cada uno pero también, en otra tabla, lo que piensas que piensa el otro, y luego… se pone en común. Aunque está pensado sobre todo para novios que se van a casar, creo que también va muy bien para parejas que ya hayan tenido relaciones e incluso para quienes lleven años casados, ya que propicia conversaciones super interesantes. La dinámica propone unos enunciados pero luego ¡que cada cual añada los suyos!

Y, por supuesto, no olvidemos que, como dice Eva, el sexo además de hablarlo, hay que practicarlo

El sexo es bastante sencillo, sí. Sacarle todo el potencial que contiene por diseño, vivirlo de una manera que nos haga querer más y mejor, disfrutando con todo nuestro ser, que nos sintamos queridos, deseados, acogidos, en cada centímetro cuadrado de piel y de alma… eso no sale solo, porque así sucede con las cosas que más valen la pena. 


Foto de Jonathan Borba en Unsplash

9 comentarios en “Desenmascarando la incompatibilidad sexual

  1. Camila dijo:

    He leído con interés el artículo, y destaco algo que me parece peligroso: la causa del vaginismo está relacionada con abusos sexuales en la infancia, principalmente. Es importante llamar a las cosas por su nombre.
    No conozco ningún caso de vaginismo por expectativas altas de tener buen sexo la primera vez, y sí varios casos que han llegado a mi consulta, de infancias marcadas por una visión negativa y no naturalizada del sexo, y que se encuentran «el pastel» cuando llegan al matrimonio, habiendo hecho las cosas «correctamente».
    En el texto, parece que el sexo es al amor lo que la comida rica a la alimentación saludable. Genial si ambas cosas van juntas, pero si no van juntas, pues disfrutamos de los beneficios de cada una en su momento, con el placer a corto plazo del plato rico, y los beneficios a largo plazo del control saludable.
    Todo aporta, y el placer es bueno por sí; de hecho, es una de las recompensas biológicas de nuestro sistema de supervivencia como especie: el placer va asociado a todas las funciones vitales: comer, reproducirse, parir, amamantar, relacionarnos con el grupo, el sueño reparador, etc. No significa que siempre haya placer en estas funciones, pero sí que estamos diseñados para que las haya, por lo que cuando se pierde tiene que ver con aprendizajes culturales.
    Así que reivindiquemos el placer por sí mismo, como algo bueno, sano, ligero, que nos acerca a la felicidad, a la plenitud (como tantas otras cosas). Esta sociedad sería muy diferente si buscásemos mucho más el placer personal y colectivo, que no tiene nada que ver con el hedonismo, sino con nuestra propia plenitud de la naturaleza humana.
    Asociar el placer con el egoísmo es como asociar el pincho de tortilla con el colesterol: una pena

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    • Luzmaral dijo:

      Buenos días, Camila. ¡Muchas gracias por leerme y por comentar!

      En cuanto a lo que comentas sobre el vaginismo, creo que las causas que detallas están recogidas también en el texto, aunque, de todas maneras, tampoco pretendía ser exhaustiva en ese punto (porque daría para muchos artículos…) por eso remito a esos dos libros que menciono).

      Comparto contigo la visión del placer como mecanismo biológico de recompensa ante algunas actividades, pero creo que justamente esto habla de que es un añadido a esas actividades, no un fin en sí mismo. (De por qué el placer no puede ser el fin último o supremo escribo algunos otros posts del blog).

      Veo algo problemático el convertirlo en un fin en sí mismo porque entonces, necesariamente, habrá que tener una jerarquía de bienes/fines, ¿y a qué le vamos a dar más importancia o prioridad? ¿A la otra persona o a mi placer? Hay veces que mirar más por la otra persona puede hacer que yo no consiga mi placer tan rápido como quiero, o de la manera exacta que deseo… Si chocan ambos fines ¿a cuál damos prioridad? Esa es una de las rendijas donde se puede colar el egoísmo… cuando ponemos nuestro placer por encima de la otra persona.
      Por otra parte, poner a la otra persona como fin último en vez de mi propio placer no quiere decir renunciar al placer… sino que es una propuesta de disfrutar del sexo de manera más integral y no tan centrada solo en un aspecto de la sexualidad.

      De todas maneras, como aviso al comienzo, el post va para gente que no quiere desligar amor y sexo. No son cosas contrapuestas sino totalmente complementarias. (Tengo también otro artículo en el que hablo de por qué no creo en el sexo sin amor, de hecho).
      El amor creo que va por delante del placer. Es un fin más grande y que nos llena más. Nadie puede vivir sin amor. Sí se puede vivir sin sexo. Una vez más, esto no quiere decir que se excluyan, ni mucho menos.

      Cada uno es libre de escoger la opción vital que quiera, por supuesto. Pero no podemos olvidar que esa libertad va con una responsabilidad. No podemos pedirle al placer que nos dé lo que nos da el amor (ya sea amor con sexo o sin sexo) porque el placer, puede aportar mucho, pero también es muy limitado. Y es limitado por varias razones, entre ellas: 1. no se puede compartir, yo puedo tener el mío, tú el tuyo, podemos tenerlo a la vez, pero es cada uno el suyo, no es compartible… / 2. siempre tenemos más deseo de placer que capacidad de placer… por lo que ponerlo como fin último podemos revivir el mito de Sísifo.

      ¡Gracias de nuevo por comentar!

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  2. Pedro dijo:

    ¡¡Brutal!! ¡Me ha encantado!
    Desde mi adolescencia pensaba así y ahora que estoy casado lo corroboro.
    Gracias, gracias y gracias por hablar de este tema sin tapujos y con el corazón. Ojalá muchos lo lean y descubran el verdadero rostro del sexo. Esta sociedad, me incluyo, necesita más de esta visión.

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