Tras unos cuantos cafés y gin-tonics y sin querer alargar demasiado el tiempo amorfo, llegáis al momento de la pregunta: «¿Cómo sé que ella/él es la persona? Estamos a gusto juntos, nos lo pasamos bien, estamos enamorados, parece que congeniamos… ¿será todo esto una señal de que nuestro noviazgo puede funcionar?».
En este post os comparto algunas ideas para tener en cuenta —fruto de la E.P. A. y de la reflexión—.
- Estar enamorado. Que se te pase el tiempo volando en su compañía, sentir que os compenetráis y que hay feeling no lo es todo, pero, obviamente, sin esto como base… empezamos mal. Hace unos años, un amigo mío estaba quedando con una chica, parecía que la cosa marchaba, pero un día me dijo: «Ella es genial. Es muy buena y es guapísima. Congeniamos en muchas cosas. Pero… no hacemos clic». Aquello no pasó de los cafés. “Hacer clic” me parece importante. Y no es algo que puedas forzar. Recuerda que el amor tiene algo de regalo, de sorpresa, de misterio.
- No basta con que la otra persona sea buena. Gente buena hay mucha —gracias a Dios— y no puedes salir con todos. Más bien podríamos decir “que sea bueno para mí”. La expresión que suelo usar para definir esto —y que fue mi descubrimiento de mi primer año de universidad— es: “Alguien que me tire para arriba”. Esto se ve cuando el amor de la otra persona —y el que tú tienes por ella— te lleva a querer ser mejor, y en cómo el otro te ayuda, sin empujar, sin mandar. No se trata de “dar catequesis” o “hacer voluntariado” —como señala Juan López Padilla en este libro— ni de ir de redentores, sino más bien de lo que escribe Salinas: «Es que quiero sacar / de ti tu mejor tú». [Doy por supuesto que tú también vas a intentar tirar hacia arriba a la otra persona y que no eres una especie de plancton en las relaciones]
- Que lo que te atrae y te lleva a decidirte sea lo mismo que buscas para un futuro. El noviazgo es una preparación al matrimonio: si para casarte quieres alguien que sea B y te decides a salir con un K… tal vez no estés dando los pasos adecuados para tu meta. Que te gusten sus besos y cómo baila son motivos válidos, siempre que no sean los únicos motivos. La clave es que veas si la otra persona puede ser una buena compañera para un proyecto vital conjunto. Saber si compartís ese proyecto y si vuestras prioridades vitales son las mismas, se parecen o no tienen nada que ver. Una de mis novelas favoritas lo ilustra así:
«—Ahora imagínese que usted y yo decidimos emprender otro viaje. Pero esta vez usted quiere ir a San Petersburgo y yo deseo ir a Tahití. ¿Qué cree que ocurriría?
La señorita Prim esbozó una sonrisa triste.
—Que tarde o temprano nuestros caminos se separarían —dijo»
(El despertar de la señorita Prim, Natalia Sanmartín Fenollera, p. 319)
- No te agobies y no juegues. Un noviazgo no es un matrimonio, ni un matrimonio a prueba. Es un camino, una preparación. Hace poco un amigo me comentaba: «Últimamente todos los novios que conozco o lo dejan o se casan». Como debe ser. El noviazgo no es para quedarnos ahí toda la vida: siempre llega un momento en el que o lo ves claro y pasas a lo siguiente —la aventura de verdad— o no lo ves claro y lo dejas. El noviazgo es una fase temporal. Esto no quiere decir que no sea importante. O que empieces con alguien un poco «a ver qué pasa, vamos a probar». No. A las personas no se las prueba, ni se juega con ellas. Se las ama. Y por eso lo que toca es construir el amor, aunque a veces se quede en caseta, otras veces será una catedral.
Y vosotros, ¿qué consejos tenéis para alguien en esta situación?
Próximamente: un post sobre «Cómo saber si es la persona con la que compartir el resto de mi vida». Eso tiene mucha tela. Pero si has llegado hasta este punto de vuestra relación sano y salvo, todo se resume en seguir aprendiendo a querer con amor del bueno. En ello estamos.
(Foto de cabecera: -=shutterbug=-)
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