A los 20 hay más ilusión —hormonas más activas también, decían muchos—, menos miedos y menos heridas que frenen el corazón; uno se lanza sin tantas barreras ni filtros, con menos exigencias y con una actitud más flexible y tolerante, y más apertura para dejarse sorprender. Estos eran los motivos que más se repetían en la encuesta que hice en Instagram entre los que votaron que sí era más fácil enamorarse a los 20 que a los 30 (un 73% marcó esta opción).
En cambio, a los 30 solemos tener más claridad sobre lo que queremos… y lo que no —y esto aumenta nuestra exigencia—, hay menos candidatos a la vista, la vida social no es tan vibrante como en la década anterior y cargamos con un equipaje de experiencias (decepciones, fracasos…) que, aunque puede ser de ayuda, también a veces levanta muros.
Quizá no se trate de que a una edad sea “más fácil” y a otra “más difícil”, sino de que el enamoramiento se vive con matices distintos: a los 20, como un torbellino difícil de controlar; a los 30, con más serenidad (que no necesariamente implica menos intensidad).
El 16% de los que contestaron coincidían en que el enamoramiento no depende de la edad, sino de factores como la persona que tienes delante, el momento vital en el que te encuentras y tu propia madurez emocional. Varios decían que el enamoramiento puede surgir a cualquier edad si hay apertura, afinidad y un proyecto de vida en común. Aunque la pregunta no era si “era posible” (que eso no está en duda), sino cuándo resultaba más sencillo, me gusta cómo entre estas respuestas se recalca que más que la edad, lo decisivo es la conexión y la disposición de ambas partes.
En mi opinión, ambas edades tienen sus ventajas pero también sus retos. No hay una respuesta única correcta sobre si es mejor enamorarse a los 20 que a los 30. Pero en este post quiero ofrecer un poco de luz para quienes ya han pasado los 30 y piensan que la ventana de oportunidad se cerró tras ellos con el cambio de decena.
Puntos a favor y retos a tener en cuenta en los 20 y en los 30
Esta recopilación de ventajas y retos está basada en la EPA (Experiencia Propia y Ajena), gracias a vuestras respuestas en la encuesta, múltiples lecturas, la observación del entorno y el sentido común. Por supuesto, son cosas generales, algún aspecto se habrá quedado fuera y no quiere decir que todo se cumpla en todos los casos.
Pero me parece interesante pensar sobre esto porque creo que puede ayudar a saber de dónde partimos, qué retos podemos esperar pero también con qué fortalezas contamos.
Con toda la información frente a los ojos, ¿por dónde empezar para ir superando los retos que pueden atenazarnos a partir de los 30?
Primero mirarse a uno mismo
¿Qué quieres cuando quiere salir con alguien? ¿Estás preparado para una relación?
No se trata de mirarse con ojos acusadores, sino de una mirada realista y esperanzada: ¿tienes alguna herida que sanar? ¿Acabas de salir de una relación y necesitas tiempo?
Hay que hacerse estas preguntas sabiendo que no podemos pretender llegar a la cumbre de la madurez antes de dar cualquier paso hacia una relación, pero digamos que hay un mínimo necesario de madurez, de capacidad de gestionar las emociones; de saber poner en diálogo la cabeza, el corazón y la voluntad; de ser conscientes de que no estás buscando llenar un hueco en tu interior; conocer cuál es tu capacidad de compromiso (aunque no hayas tenido relaciones de pareja con anterioridad, puedes ver esto en tu manera de relacionarte con tu familia, tus amigos, el trabajo, la sociedad, proyectos variados…).
Otras cuestiones: ¿cuál es tu actitud ante las citas? ¿Simplemente esperas desde la barrera? ¿Eres la loca / el loco de los mil planes cada fin de semana? ¿Qué te conduce, y qué no, hacia tu anhelo de conocer alguien con quien compartir tu vida?
Exigimos mucho, poco o mal
En «Otro modo de ligar es posible» os hablé de Female Dating Strategy, un foro de Reddit de mujeres cansadas de hombres que no se comprometen donde comparten consejos y experiencias. Como os contaba en ese post, aunque algunos de sus consejos suenan bien y yo se los compraría («sé una mujer de gran valía», «no tengas sexo antes de un compromiso»…) parten de una visión de “guerra de sexos” que creo que no ayuda nada a la hora de relacionarnos.
Y, dentro de lo exigible, hay que saber distinguir qué es lo innegociable para ti y qué es lo que sería deseable, pero que estás abierto a ponderarlo con flexibilidad. En este sobre las primeras citas os decía:
«Paradójicamente, la lista de “lo que espero en mi pareja ideal” es más restrictiva y excluyente que la lista de “lo que no tiene que tener mi pareja ideal”. Por eso creo que sirve más una lista corta de irrenunciables, que una lista detallada que parezca una carta a los Reyes Magos, con aspectos esenciales mezclados con otros totalmente accesorios. Es más útil, te facilita una mirada más amplia para los posibles candidatos, te ayuda a librarte del riesgo del que os hablaba aquí de intentar encajar en un molde a las personas, en vez de dejarse sorprender y acoger la realidad»
Es bueno tener unos estándares y “las cosas claras”. Pero si esas expectativas tan altas te llevan al descarte rápido (metiendo en la bolsa de las red flags cosas que tal vez podrían no serlo), a la búsqueda sin fin de Mr. o Miss Perfect (spoiler: no existe), a la «paradoja de la elección» (hay tantas posibilidades, que ¿cómo escoger? Te mueves, “picoteas” de aquí y allá, pero no profundizas, no eliges)… a lo mejor hay que repensarlo.
Todo esto no es un llamamiento a bajar estándares ni mucho menos. Claramente, mejor solo que mal acompañado. Un “no” rotundo a aventurarte en relaciones simplemente por miedo a quedarte solo o por creer que no vas a encontrar a nadie mejor o por engañarte pensando que “Bueno, todo el mundo tiene sus cosillas…”.
Superar los miedos
Miedo a sufrir
Al lanzarnos a amar asumimos riesgos, eso es así. Pero que el miedo a sufrir no te impida amar. Las mismas experiencias malas que has vivido te pueden llevar a encerrarte más en ti mismo o puedes aprovechar de ellas la sabiduría que te brindan. Las rupturas son complicadas (y algunas más que otras), y no sé si de todas, pero de muchas creo que se puede sacar al menos un aprendizaje: algo que ves necesario plantear distinto para la siguiente vez, dinámicas que no quieres en tu futura relación, red flags que vas a estar más atento para identificar…
Usa toda esa sabiduría a tu favor para elegir mejor la siguiente vez. Obviamente no es una garantía de éxito, pero al menos estás comprando papeletas para que vaya mejor que la vez anterior.
Para afrontar el miedo a sufrir también ayuda no entrar en la rueda de ver al otro como enemigo al que analizar y vencer. Otro modo de ligar es posible, apostando por la comunicación cara a cara, por la sinceridad con uno mismo y con el otro; dejando de ver las relaciones chico-chica como una batalla sino como lo que son: relaciones, con todo lo que eso implica de respeto y confianza; equilibrando las expectativas y las exigencias, sin dejar que lo físico se lleve todo el protagonismo —y que acabe siendo solo eso— y sin miedo al compromiso.
Miedo a no acertar
De esto ya os hablé en «El que no arriesga no gana». No me extiendo mucho pero os copio una de sus ideas:
«Pero, cualquiera que haya pasado por una ruptura, sabe que no es plato de buen gusto (aunque haya sido la decisión más acertada). Las rupturas duelen y es comprensible que también dejen heridas que dificultan atreverse. ¿Y si me vuelvo a equivocar? ¿Y si me la vuelven a jugar? Ante esto solo cabe reconstruirse y volver a confiar. La alternativa (quedarse en la propia cueva en modo ermitaño) no es mejor y no te va a hacer feliz ni a evitar sufrimientos (aunque sean de otro tipo).
Creo que en el miedo al fracaso a veces también está el miedo al rechazo»
Relacionado con este punto también puedes leer:
«El mito de la incompatibilidad»
Miedo a salir de la zona de confort
Unido con el punto de mirarse a uno mismo y conocerse: cada uno sabe lo que le ayuda más, pero también, si es sincero, puede reconocer (cuando es el caso), que se está quejando de su situación sin estar poniendo todo lo que está realmente en su mano. Como mi amiga que se lamentaba de su soltería pero nunca venía a las “copas de candidatos” que organizábamos en mi piso en los años universitarios.
Los que lleváis un tiempo por el blog y por la cuenta de Instagram ya sabéis que soy bastante defensora de las apps de citas. No por experiencia propia, sino por experiencia ajena. Cada vez conozco más casos de éxito. También hay casos tremebundos, sí, pero lo mismo pasa en las citas cara-a-cara y no por eso desaconsejaría a la gente tomarse un café con café con alguien.
Tampoco soy una ingenua con los posibles riesgos de las apps (hice un extenso reportaje para Aceprensa sobre eso hace unos años), pero me gusta romper una lanza por esta herramienta y por otros modos que, en general, al proponerlos, mucha gente aún te mira con cara de horror en plan: «¿Yo? ¿Eso? ¡Jamás!». Creo que, al menos, hay que planteárselo con un: ¿Por qué no? ¿Qué me frena? ¿Es algo que me da miedo?
No digo yo que tengas que hacer cosas forzado y con los puños apretados, pero sí un poquito de “si el plan A no te está funcionando, cambia de plan”. Quien dice apps dice dejar que alguien te presente a alguien (conozco a personas con auténtica aversión a esto), ir a eventos que de entrada siempre has dicho que “te dan pereza”, expandir tu grupo de amigos, explorar nuevos hobbies donde puedas conocer gente nueva…
No vale que te cierres en banda a cualquier opción nueva que un amigo (o un blog, jeje) te propone porque en tu cabeza aún esperas que el encuentro romántico se produzca espontáneamente, conociendo a la persona de tu vida en una biblioteca, al subir a un bus o en un avión que sobrevuela el Atlántico.
Ninguna de esas “nuevas” formas de conocer gente garantiza el éxito, es verdad. Pero ¿qué sí? En la vida no hay recetas mágicas, pero hay mucho en tu mano que puedes hacer, sin simplemente confiar en que las cosas pasen, sino en sumar tu granito de arena para «hacer que sean».
Otros posts que te pueden ayudar, ya estés en tus 20, en tus 30 o en tus 40 (o más):
«Un café no es una propuesta matrimonial»
«La primera cita: el antes y el después»
«Dos cafés (o más) tampoco son una propuesta matrimonial»
Foto de Priscilla Du Preez 🇨🇦 en Unsplash
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