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Liga de Liberación de la Novia Oprimida: un manifiesto

En algunas de las sesiones de noviazgo que doy, si el público es mayoritariamente femenino, suelo hablar de la Liga de Liberación de la Novia Oprimida. Siempre digo que tengo pendiente escribir el manifiesto de constitución. Nos inventamos el nombre unas amigas y yo tras ver bastantes casos cercanos de Novia Oprimida durante nuestros años universitarios. Al hablar de ello en las conferencias y contar ejemplos, se me encoge el corazón cuando percibo en los rostros de algunas de las asistentes una mirada, un gesto, incluso alguna lágrima disimulada… que me dicen que están pasando por esto.

Si hay chicos presentes, estos suelen quejarse: «¡Oye! ¿Y el novio oprimido?». Mi respuesta es que estoy segura de que los novios oprimidos existen y me puedo imaginar cómo puede ser el tipo de sufrimiento por el que pasan debido a chicas que no saben querer bien. Pero conozco muy pocos casos y no me veo con conocimiento suficiente para escribir —al menos aún— sobre eso, así que, cualquiera que quiera aportar su caso (o el caso de un amigo) o sus ideas, estaré feliz de leerlas en comentarios o a través del formulario de contacto. Todo lo que sirva para poder contribuir a noviazgos sanos y felices será genial. ¡Gracias!

Aquí va el manifiesto. Espero de todo corazón que sea útil.


A todas las novias oprimidas del mundo: os deseo la libertad y el amor del bueno. Porque lo que tenéis en vuestras relaciones ahora mismo no es ni lo uno ni lo otro —aunque quiera parecerse—.

Si llevas acumulando mucho sufrimiento interior prolongado; si últimamente estás más triste y tú no eras así; si las discusiones son frecuentes y sobre los mismos temas y no llegáis a nada y parece que tú tienes la culpa siempre; si algo en tu interior te muestra señales de peligro pero te aferras a lo bueno que tenéis, aunque sea mínimo, para seguir; si percibes de su parte exigencias que ves que te raspan el alma; si la relación está demasiado hacia su lado y todo gira en torno a su trabajo, sus amigos, sus cosas, y no hay espacio para el «tú» ni para un «nosotros»; si tu amor a veces parece que le molesta y no es capaz de acogerlo mientras te desgastas inútilmente en demostrarle de mil maneras lo que le quieres; y, sobre todo, si cuando te preguntas por la causa de esa tristeza infinita, de esa desesperanza —aunque casi no te atreves a reconocértelo a ti misma—, ves bastante claro que lleva su nombre… puede que seas una novia oprimida.

No hablo de crisis normales en la pareja, en las que dos personas, en igualdad de condiciones, debaten con más o menos dolor sus problemas o su posible ruptura.

Me refiero a situaciones en las que hay una parte del dúo que está hundida, que lleva tiempo sin ser ella misma, que puede que incluso se haya metido ella sola en el hoyo que el otro ha cavado y ahora no sabe cómo salir, que está enganchada de alguna manera —o de muchas— a quien causa ese hundimiento. A veces es un hoyo pequeño, pero hoyo al fin y al cabo.

A ti, novia oprimida, que te has resignado malamente y no dejas de justificar las discusiones y los roces, pensando que «a lo mejor es que con todos es así en algún momento y lo que hay que hacer es tirar pa’ alante». No. Una cosa es que todos tengamos nuestras cosillas. Otra cosa es no querer ver con realismo que quien tienes al lado no es con quien puedes compartir tu vida.

Pregúntate: ¿El enésimo pico de conflicto que habéis pasado puede que ya no sea un pico puntual sino un pico constante? El sufrimiento forma parte de la vida y no se trata de huir a la primera de cambio, pero hay que diferenciar: ¿qué está causando este dolor? ¿Estáis juntos en superar el bache, estáis los dos convencidos de luchar por sacarlo adelante o alguien está en modo plancton?

A ti, que entre lo que él te dice y lo que te dices a ti misma, te has acabado convenciendo de que tienes gran parte de la culpa de lo que no funciona entre vosotros: rompe con eso. Seguramente hayáis cometido errores en vuestra relación, ok, asúmelos, aprende de ellos. Pero no todo es culpa tuya ni eres la causante del Apocalipsis. Mucho menos te flageles por tus debilidades o tus defectos: «si yo fuera más sencilla», «si yo fuera más alegre…». Que él te quiera no debería depender de eso, que la relación vaya bien no depende de que tú cambies o dejes de cambiar. Obviamente en un noviazgo, cuando hay amor del bueno, las dos personas se esfuerzan cada día por amar más y mejor. Pero eso no tiene nada que ver con echarse las culpas, apretar los dientes y creerte que, como no eres perfecta, es normal que la relación vaya como va…

Novia que sufres, si después del intento número diez mil por intentar arreglar las cosas decides seguir adelante con él porque te ha dicho que cambiará, que ya no será tu fuente de tristezas, que te querrá bien: asegúrate de que el cambio que él pretende es real 100% (su actitud al menos, que no quiere decir que las cosas cambien radicalmente de la noche a la mañana). No dudo de que te quiera. Pero tal vez tiene que aprender a querer mejor. No aceptes un «te quiero mucho pero yo soy así y no puedo cambiar». No aceptes palabras bonitas cuando se han demostrado mentira en múltiples ocasiones.

Si decides dejarle: hazlo. Que duela no quiere decir que te hayas equivocado en la decisión. Y llora lo que tengas que llorar pero ten mucha esperanza de que algo mejor va a venir. Te prometo que al recordar las relaciones pasadas y dolorosas te parecerán tan lejanas como si le hubieran ocurrido a otra persona. Cuando encuentres a alguien que te ame como mereces puede que te sorprenda: una amiga que fue novia oprimida empezó a salir con un chico majísimo, le pregunté qué tal, y me dijo, radiante: «¡Genial! ¡Hablamos! ¡Nos comunicamos!». Parece una tontería, pero esto pasa, esto nos pasa: cuando estamos en una relación que nos hiere no vemos las cosas con claridad, y cuando conseguimos salir de ella, lo que debería ser normal en una pareja —hablar sin discutir, comunicarse— nos parece extraordinario y digno de destacar.

Novia desesperanzada: entiendo que tus amigas te digan que le olvides y le dejes definitivamente. Ver sufrir a quien quieres es muy duro. Una amiga me contaba que después de dejar una relación que le hizo bastante mal muchas amigas le decían: «Menos mal, porque te estaba quitando la alegría». Y ella pensaba: ¿Por qué no me dijo nadie nada antes? Aunque admitía que tal vez no les habría hecho caso… Como dice sabiamente JR: «Nadie se puede poner en tu lugar cuando estás amando». Nadie puede saber del todo lo que pasa por tu corazón, lo que te está costando tomar la decisión de romper, y, lo más trágico a veces: nadie puede hacerlo por ti. De todos modos, escucha a tus amigas.

Amigas de la novia oprimida: es complicado actuar en estos casos, encontrar el equilibrio entre ayudar y respetar su libertad. Hay que acompañar desde lo más adentro que se pueda, hay que intentar hacerse cargo al máximo, entender la situación, ponerse en sus zapatos aunque sin perder la ventaja de la objetividad que hace ver claramente cosas que ella no está viendo —o no está queriendo ver—. Muy importante: no dar consejos por dar. Las chicas muchas veces solo queremos sentirnos escuchadas y comprendidas, y eso podemos hacerlo siempre, pero dar consejos es un segundo paso y demasiado delicado: sed conscientes de que vuestra amiga está en una situación de vulnerabilidad, que se agarrará a cualquier cosa que le digáis como si fuera un salvavidas, tal vez sin ni siquiera pensar si será bueno para ella… A veces nos gusta mucho dar consejos y no sabemos el alcance que pueden tener en algunas personas. Si aun así te animas a ello: haz una advertencia previa tipo «Segismunda, esto es lo que yo haría en tu lugar, pero NO SÉ si es lo mejor para ti. Eso lo tienes que pensar tú».

A ti, novia oprimida: desengánchate, atrévete a mirar la realidad a la cara, a llamar las cosas por su nombre, a soltar. Es duro dejar marchar a alguien con quien has compartido tanto y con quien quizá tenías pensado compartir mucho más, pero… ¿cuánto tiempo crees que aguantarás así? Si ves que no hay posible arreglo, ¿por qué alargarlo? 

Créeme, sé que no es nada fácil lo que te estoy diciendo, pero corre, rompe, sal de ahí. Te mereces alguien que te quiera incondicionalmente. Alguien con quien superar los problemas, los tuyos, los suyos, los vuestros, pero no alguien que sea el causante de tu llanto día sí y día también.

Novia triste, sé que no es el momento para decirte esto porque suficiente tienes ya, pero te lo dejo escrito para cuando recuperes la sonrisa: piensa en qué medida has sido responsable de haber acabado en el hoyo. No para cargarte de culpas —nada de eso— sino para prevenir. Si algo he visto a mi alrededor es que las novias oprimidas suelen reincidir y no sé muy bien el motivo, no sé si tienen un imán para las relaciones torcidas, ni idea.

Pero piensa si hay algo que está en tu mano para que no vuelva a pasar: si tienes que hacer un buen acopio de fuerzas para ser capaz de cortar una relación en cuanto ves las primeras señales de «esto no va a ningún lado»; si hay que coger las riendas del corazón y sí, dejarle hablar y expresarse, pero que no nuble tu voluntad, tu mente, tu libertad…; si los lazos que tiendes en las relaciones son de dependencias que no te hacen libre, más bien todo lo contrario; si tal vez tienes que perder el miedo a la soledad y creerte lo de que «más vale solo que mal acompañado»; si a lo mejor no has superado la etapa adolescente de ir a por el bad boy, con más o menos afán redentor, y hay que aprender a elegir bien…

A todas las novias oprimidas del mundo os deseo la libertad y el amor del bueno. 

Porque existe, lo he visto. Un noviazgo mejor es posible. La experiencia nos ha demostrado que cuando hemos conseguido relaciones sanas, serenas, maduras… nos hemos dado cuenta de que «esas cosillas» que aguantamos en relaciones pasadas tal vez no son tan normales o no son tan inevitables. Hemos descubierto que hay otro modo de querer y de ser queridas, no perfecto, claro, con sus cosas, sí, pero no con esas crisis constantes que hacían que nuestro corazón no conociera la paz, la paz que da amar bien y ser amadas así.

Porque hay muchos, muchísimos, hombres buenos. No caigas en la trampa de dejar de creer en el amor, ni te sumes a esas frases manidas tipo «todos los chicos son iguales». Es mentira. El amor del bueno es posible y existen chicos que —como espero que tú misma hagas— se esfuerzan en amar así cada día.

Novia que ahora sientes el corazón destrozado: lo vales todo, y no necesitas a nadie al lado para que eso sea verdad. Quiérete y rodéate de esas personas incondicionales que seguro que tienes cerca. Eres única y tu dignidad merece un amor que esté a la altura.


Foto de Erik Dungan en Unsplash

4 comentarios en “Liga de Liberación de la Novia Oprimida: un manifiesto

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