Al ser madre, conocí el miedo. Todo empezó con Jaime. No estaba preparada para tener un hijo —porque nunca estamos realmente preparados para las cosas más importantes de la vida—. Las incertidumbres de las primeras semanas de embarazo dieron paso a otros miedos. Y la inquietud no disminuyó con su nacimiento. Pensé que con el segundo hijo sería distinto. Pero no. Al ser madre, conocí el miedo. Pero hice también otro descubrimiento.
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Mis felices 20
El 21 de abril de 2019 entro en los treinta. Parece que ha pasado una vida en una década. Tantísimo por agradecer. Y lo mejor está por venir. Pero solo si hacemos que así sea. #makeithappen
Mujer y madre: la conquista de la libertad
«¿No vas a darle el pecho a demanda?», «¿Por qué no le das solo biberón mejor?», «¿Te vas a incorporar tan pronto a trabajar?», «¿No irás a cogerte una excedencia, verdad?», «¿No comes con tus hijos?», «No deberías jugar tanto con ellos», «¿Aún te quedan kilos del embarazo?», «Deberías comer más sano». Etcétera. Etcétera. La batalla por la libertad empieza en nuestro interior. Saber saltar por encima de comentarios como estos, saber dejar de autoimponernos presión, saber elegir qué me llena y me ayuda y qué me tira para abajo... Tenemos muchas batallas por dar. ¿Y si empezamos por esta?
El regalo de ser padres
Ser madre es un regalo. Ser padres, en general. Y, como es un regalo, es inmerecido, es porque sí, gratuito en su sentido más originario. No es un auto-regalo, no es algo que te compras. Eres responsable de cuidarlo, pero, en primer lugar, de acogerlo. Ser padres no es una meta, no es un derecho, no es algo que debas conseguir para llenar tu check-list de satisfacción emocional. ¿Y esto por qué?
