Un domingo estaba sola con los niños. Como siempre hacemos los fines de semana para recoger la cocina tras el desayuno, puse música de mi lista más reciente de Spotify. Y de repente me vi en la paradójica situación de estar fregando y preparando la comida al mismo tiempo que sonaba «Así bailaba», de Rigoberta Bandini. «Pero no pudo lavar porque tenía que bailar». Ignacio la cantaba mientras coloreaba un dibujo y me decía que esa canción le gustaba mucho y tarareaba «Así bailaba así, así». Algo dentro de mí se alegró de que muchos niños ya solo conozcan esta versión de la canción. Pero, como siempre que la escucho, se me activaron los pensamientos contradictorios —tan contradictorios como el hecho de estar limpiando un biberón cantando a la vez «Ni lavar, ni planchar, ni barrer, ni guisar…»— que siempre me surgen con esta canción. «¿Por qué dice la canción que no hace nada de eso?», preguntó Jaime. Aquí mi reflexión al respecto.
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Mi mejor amigo, pero más que un amigo
Siempre me han dado envidia los noviazgos que surgían de amistades. En mi planteamiento de cómo desearía que se sucediera el flujo de acontecimientos, ser amigos antes que novios era mi sueño. Veía —y veo— muchas ventajas a una situación así. Pero este no fue mi caso. Nunca. ¿Nos queda algún consuelo a quienes nuestro enamoramiento no brotó sobre las raíces firmes de una verdadera amistad? No un consuelo, sino una preciosa tarea.
¿El amor duele?
¿El amor duele? ¿Cómo puede doler algo que es tan maravilloso? ¿Nos han afectado más de lo que pensamos a nuestra visión del amor y el dolor esas historias de amores trágicos en los que el atormentado joven demuestra su amor máximo quitándose la vida? Pero, si intuimos que en esa actitud hay algo que no funciona, ¿qué quería decir la Madre Teresa de Calcuta con su «Ama hasta que duela. Si duele es buena señal»? Por otra parte, ¿es posible amar huyendo sistemáticamente de cualquier cosa que nos cause sufrimiento?
Vulnerables, sí
En ocasiones somos débiles, nos dejamos llevar por otras cosas, permitimos que el cansancio y el orgullo sean más fuertes, en definitiva, no amamos como estamos llamados a amar. Tenemos defectos y hacemos cosas mal. No todos nuestros fallos son simples errores de cálculo, ni iban todos con buena intención. Somos limitados. No suena bien así de entrada pero... ¿y si eso forma parte de nuestra grandeza?
