Expectativas en su punto

¿Hasta qué punto podemos dejar la imaginación volar cuando empezamos a salir con alguien? ¿Es bueno hacerse demasiadas expectativas? ¿Qué podemos esperar de una relación? Por otra parte, en ocasiones esas  expectativas no son luminosas sino oscuras, sobre todo si tienes tendencia a dementor. Y ahí tenemos al agobión, que suele ver el horizonte siempre lleno de peligros y tormentas.

En sí mismas las expectativas no tienen nada de malo, y es comprensible tenerlas sobre el amor, porque en realidad las personas nos hacemos expectativas sobre cualquier asunto de nuestra vida, y con más motivo si es algo que anhelamos profundamente y en lo que nos implicamos. El punto es darles el valor justo, que se aproximen lo máximo posible a la realidad (expectativas con conocimiento de causa) y, sobre todo, dialogar sobre ellas con la parte implicada.

Cada uno llega al noviazgo y al matrimonio con una mochila cargada de expectativas. Esas expectativas se alimentan de muchas fuentes: la familia, relaciones anteriores, trayectoria del propio noviazgo, tópicos transmitidos en la películas, novelas o series…

Ay, las novelas y películas. Tchiki Davis, fundadora del Berkeley Well-Being Institute, remitiendo a varios estudios, afirma en el artículo «Amar con realismo, una experiencia que jamás olvidará» que «los espectadores habituales de comedias románticas tienden menos a pensar que pueden cambiar aspectos de sí mismos o de su relación, tienden más a creer que su pareja debe conocer de forma intuitiva sus necesidades, y tienden más a pensar que las relaciones sexuales deben ser perfectas. También declaran niveles más bajos de satisfacción». Al final, lo que leemos, lo que escuchamos, lo que vemos… contribuye a la construcción de nuestra mentalidad y sensibilidad.

 

EXPRESAR NUESTRAS EXPECTATIVAS

Por eso es importante hablar de expectativas desde el mismo noviazgo: ¿qué esperamos cada uno de nuestra relación? ¿Cómo nos imaginamos el matrimonio? ¿Qué dificultades pensamos que nos va a costar más afrontar en nuestro proyecto común? ¿Cómo creemos que vamos a ser juntos tomando decisiones cotidianas o complicadas?

Cuanta mejor comunicación y mayor conocimiento propio y del otro tengamos, las respuestas a estas preguntas se aproximarán más a la realidad y serán unas expectativas más reales. Eso no quiere decir que vayamos a acertar al 100%, pero seguramente no andemos desencaminados.

Hablar de expectativas durante el noviazgo abre un camino de diálogo muy fructífero ya casados: se puede volver a esas conversaciones, ver los “aciertos”, reírse de los pronósticos “sin conocimiento de causa”, agradecer las sorpresas…

Sí, sorpresas, porque las expectativas también pueden ser un poco agoreras y acabar demolidas por un descubrimiento feliz. Por ejemplo, unos amigos habían hablado bastante durante el noviazgo del reparto de tareas en el hogar. Cuando llevaban unos pocos meses casados se confesaron mutuamente las expectativas con nubarrones que habían tenido el uno del otro sobre este asunto: ella pensaba que él iba a ser un tipo mucho más desentendido de la casa; él pensaba que ella iba a ser una mujer mucho menos organizada; y se reían al comprobar que se habían excedido en sus malos pronósticos. No estaban totalmente equivocados, pero la realidad resultó mucho más luminosa.

 

EXPECTATIVAS Y REALISMO: ¿ESPERAMOS DEMASIADO O DEMASIADO MAL?

Las expectativas alejadas de la realidad pueden convertirse en una fuente de frustraciones continuas. Por eso hay que anclarlas a vuestro proyecto y a vuestro ser. Y eso se consigue con muchas y buenas conversaciones, de esas de abrir el corazón a fondo.

Para equilibrar las expectativas desorbitadas, los expertos citados en el artículo «Amar con realismo» proponen el agradecimiento. Según el matrimonio Pawelski, autores de Happy Together: «No se trata de ignorar los problemas, sino de ser realistas. Y lo realista es reconocer que también hay muchas cosas buenas. Concentrarse en lo negativo impide crecer y abre la puerta al desprecio». El matrimonio insiste en el poder de la gratitud, «probablemente una de las emociones positivas y fortalezas más importantes en las relaciones, si no la más importante».

Junto al agradecimiento, otro punto que toca este artículo es el de «recalibrar las expectativas». Para este aspecto, Davis «aconseja hacer una lista de lo que esperamos de nuestra relación y preguntarnos, en primer lugar, si es realista. Una forma de comprobarlo es plantearnos qué pasaría si me exigieran a mí todo lo que espero de la personas amada. ¿Soy capaz de adivinar siempre sus necesidades ? ¿Digo siempre lo más conveniente? ¿Soy perfecto?…».

 

¿PUEDO CAMBIAR MIS EXPECTATIVAS? ¿DEBERÍA?

Le escuché en una sesión al profesor Xavier Bringué afirmar que «la felicidad es un problema más de expectativas que de realidad». Y explicó, basándose en lo que él ha aprendido con Enrique Carreño —profesor de desarrollo personal y liderazgo—, que en una situación que no te gusta o que te hace sufrir, si lo que puedes cambiar es la realidad, entonces se trata de un problema: un problema que puede resolverse y habrá que arremangarse para ello. Pero si lo que tienes que cambiar son las expectativas, ya no estamos frente a un problema sino ante una crisis. Y, como he  comentado alguna vez en el blog, una crisis no tiene por qué ser algo nocivo.

Esta distinción me parece vital: nos protege de quejas estériles (si no te gusta algo y lo puedes cambiar, cámbialo) y nos hace crecer en libertad interior (en esas situaciones ante las que solo cabe un cambio de expectativas).

Un ejemplo: a los pocos meses de nacer Ignacio, tuve una conversación genial con Jasnagora (mamitherapy en Instagram) que ella recogió en este post. Me preguntaba qué tal con la reorganización familiar tras el nacimiento del segundo hijo. Yo le dije: «Reorganización es la palabra. Sobre todo creo que necesitaba un cambio de mentalidad, de bajar expectativas…». A lo que ella, con su inmensa sabiduría, me contestó: «Rebajar expectativas es necesario, pero a la larga hay que hacer un cambio completo de mentalidad, dejar de medir la vida en clave de resultados y empezar a medirla como la oportunidad de encontrarte con personas (empezando por los que tienes más cerca)». Dejar de medir la vida en clave de resultados. Medirla como oportunidad de encuentro con personas. Dos ideas para tatuárselas en el brazo.

No se trata de parar de soñar, podemos seguir imaginando las cosas buenas que vendrán, y es posible desde el realismo,con una mirada de amor del bueno a las personas que queremos, como os decía en «Mirar sin filtros»:

Porque el verdadero amor no es ciego, es más: tiene una vista perfecta, tan perfecta que, en cierto modo, ve el futuro. Ve el ideal al que está llamada la otra persona. Me gusta cómo habla de ello la autora de Erótica y materna:

«Es la capacidad del ver-soñar-imaginar-esperar todo lo positivo que la vida del otro tiene aún en germen, algo que no está en acto todavía, que no se ve aún, pero que logrará florecer precisamente gracias a la presencia de esta mirada buena. (…) Es la mirada de la posibilidad, que mantiene abierta la esperanza en el futuro, y por eso mismo lo hace posible»


Foto de A. L. en Unsplash

5 comentarios en “Expectativas en su punto

  1. Laura dijo:

    Lucia, te escribí un correo electrónico y me di cuenta que no tengo a donde mandártelo. ¿Sera que me puedes dar una manera de comunicarme contigo? Yo también te puedo dar el mio pero me gustaría no dejarlo en el comentario por motivos de privacidad.
    Mi twitter es @LauraDGR

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