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Comerse la rutina

Incluso en las grandes aventuras el nivel de emoción e intensidad no permanece por siempre en su punto álgido. Y está bien que así sea… No parece que vivir de subidón de adrenalina en subidón sea lo más deseable (por mucho que te gusten las emociones fuertes). En el matrimonio pasa igual y existe un fantasma que sobrevuela los días y que suele aparecer como causante de crisis o rupturas: la rutina.

Pero antes de hablar de fantasmas, aclaremos algo: la rutina tiene muy mala fama pero no toda rutina es perniciosa en sí.

Las buenas rutinas…

Una parte emocionante y muy bonita de empezar un proyecto juntos es ir creando las costumbres familiares, los modos de hacer propios de esa familia que acabáis de crear  (que seguramente serán más o menos diferentes de los de las familias de origen): las “cenas de cine y pizzas” de los viernes; el aperitivo del domingo en cierta terracita que evoca buenos recuerdos; la celebración de los eventos y aniversarios especiales…

Por otro lado, no tan emocionantes pero con su propio encanto cotidiano, están las rutinas diarias: unos horarios que ordenan sin encorsetar y que facilitan la vida —y si hay niños de por medio, ya ni os cuento—, el beso al llegar a casa, el ritual de poner la mesa mientras el otro saca el lavaplatos…

… y las rutinas no tan buenas

La rutina mala es la que aparece cuando dejamos de amar bien. No es culpa de la aventura (no creáis a quien diga cosas como que «el matrimonio mata el amor») sino de cómo la vivimos nosotros. Tendemos a echar balones fuera: «Esto no es como antes. No me motiva. Ya no hay chispa…», como si fuéramos adolescentes apáticos necesitados de motivación externa constante para levantarnos del sillón, olvidándonos de que el amor se construye.

A veces incluso las costumbres bonitas y llenas de cariño las acabamos viviendo con cierto hastío. ¿Ha cambiado el hecho? No, así que seguramente el problema lo tendremos nosotros dentro. Al final, como decía Teresa de Calcuta, importa el amor que pones en lo que haces, en lo que das. Y, si no pones amor, eso marca una diferencia, aunque la acción aparente sea la misma.

¿Cómo evitamos entonces que crezca en nosotros la rutina mala?

Agradecimiento y admiración

«Estamos demasiado atentos a lo que no funciona, a lo que no hacen bien nuestros hijos o nuestra pareja. Hay que abrir espacios para reconocer y agradecer», afirma una experta en psicología positiva, y creo que describe una realidad que a todos nos resulta cercana. Añade: «Nos habituamos a lo bueno asumiéndolo como normal, y tendemos a ver lo que no funciona, lo que el otro hace mal en lugar de lo que hace bien».

Ser agradecidos nos ayuda a romper ese círculo vicioso que nos puede llevar a días grises, a un reconcome interior que sea caldo de cultivo no deseable, y a una mirada empañada.

Agradecimiento y admiración se retroalimentan: dar las gracias nos ayuda a no dejar de valorar al otro; desarrollar una mirada a la que no se le escapan ni los pequeños detalles nos ayuda a ser agradecidos. Como leí en un artículo del Wall Street Journal: «El agradecimiento es un boomerang». Al final se trata de hacer de ambas actitudes un hábito: que sea una rutina buena el estar pendiente siempre de amar más y mejor. Como el amor es creativo, la rutina no será estancamiento. Siempre se puede amar más, ¿no?

Os hablaba de esto en mi teoría de las A’s:

«Ser agradecidos nos ayuda a no acostumbrarnos a lo que tenemos, a no tomarnos las cosas como si alguien nos debiera algo. (…) En el amor el agradecimiento forma parte del mosaico diario y me parece que resulta muy útil para luchar contra la rutina: no dejar de agradecer los pequeños —o no tan pequeños— detalles y servicios que tiene la otra persona contigo es una manera de no acostumbrarnos, de no dejar de valorar cada acto que realiza la persona a quien queremos, de no fallar en descubrir su amor por nosotros hasta en lo más menudo».

Aburrimiento y rutina

¿Qué hacer ante el aburrimiento? Por una parte hay que aprender a “simplemente estar juntos”. ¿No recuerdas esos primeros meses de enamoramiento en el que “estar juntos” bastaba? Con el paso del tiempo se convierte en un arte que hay que aprender y perfeccionar. No se trata de luchar contra el aburrimiento a base de caer en un activismo frenético pensando que para estar bien tenemos que hacer continuamente cosas, estar siempre divirtiéndonos y con la carcajada permanente en la boca. Consiste  en primer lugar en ser capaz de encontrar esa admiración y ese disfrute en las cosas cotidianas. Y esto unido a planes extraordinarios, a sorpresas, a regalos de porque-sí. ¡Todo suma!

¿Necesitas inspiración? La aplicación “Construye tu familia” tiene un apartado con ideas: preparar un picnic en un parque cercano, montar en bici juntos, hacerle un dibujo al otro (aunque se te dé mal), cocinar un plato exótico, comprarle su revista favorita, escribirle una carta de agradecimiento…

No es necesario realizar hazañas: «Un gran gesto no va de la cosa que haces en sí. Lo que importa no es lo que dices, es la intención. El tomarse el tiempo necesario para decirle a la persona que te importa: “Te veo. Te oigo. Sé exactamente lo que necesitas ahora mismo y te estoy mostrando cuánto me importa”», le explica Jack a uno de sus hijos en la serie This Is Us. Como decíamos: el amor que le pones a tu vida y a tus actos.

Muchas veces el mejor plan es dedicarse tiempo largo, sin interrupciones, sin mirar el reloj —ni el móvil—. La monotonía surge cuando todo es igual, día tras día, pero justamente las personas cambiamos, evolucionamos, crecemos… No deberíamos perdernos esto del otro. Y una manera ideal de no parar de conocerse, de volverse un experto en el otro, es tener grandes conversaciones.

Alegría

La alegría forma parte de la teoría de las A’s. Es todo un escuadrón de batalla contra el efecto dementor y contra el vivir anclados en la queja continua que de vez en cuando nos ataca a todos con un ramalazo más o menos intenso.

Manglano, en uno de sus libros, habla de tres usos positivos de la lengua: alabanza, alegrar y agradecer, y propone que seamos “alegradores de vidas”: «No es ir diciendo cosas por decir; se trata de algo muy sincero y verdadero. Es ir descubriendo las maravillas escondidas en toda persona y realidad, ir explicitándolas y poniéndolas a la vista, para que los demás las puedan apreciar».

La admiración y el agradecimiento ayudan a tener esa mirada capaz de ver «las maravillas escondidas». Todo lo contrario a la “mirada empañada”.

Acogida

La mirada empañada es uno de los peligros de una mala idealización de la otra persona. Cuando nuestras expectativas han sido tan irreales y/o tan exigentes es fácil que aparezca la frustración. Como cuenta este artículo que recoge algunas ideas del matrimonio Pawelski (autores de Happy Together): «Si la gratitud nos lleva a vivir con los pies en la tierra, pendientes del bien que nos hacen, las expectativas desorbitadas nos transportan a un mundo de fantasía… rico en frustraciones». Los propios Pawelski afirman que la gratitud es «probablemente una de las emociones positivas y fortalezas más importantes en las relaciones, si no la más importante».

La vida del otro es un regalo en tu vida, que no se te olvide, y la primera manera de agradecer los regalos es acogiéndolos. Acoger al otro tal como es, quererle así —recordar que le quieres así y sin olvidar que él también te está queriendo con tus cosillas—. Este proceso de no dejar de descubrir y acoger lo bueno y lo menos bueno es un camino en el que tienes que renunciar a tenerlo todo bajo control, es la única manera de dejarte sorprender. A veces da vértigo, pero ¿no querías emociones?

Y hablando de dejar de ser controllers: la maternidad, la paternidad, te asegura el 0% de rutina y aburrimiento. Si ya supone un reto acoger y “dejar ser como es” al compañero de vida que has elegido, acoger nuevas y pequeñas criaturas, con todo su potencial, con toda su libertad palpitante, con todo su futuro por escribir… es adrenalina en vena.

Alguna vez que me han preguntado qué tal la maternidad y he contestado «emocionante» han pensado que mi respuesta iba en tono irónico, pero nada más lejos de mi intención: emocionante es la palabra (también cansada, esforzada y muchas otras cosas que os voy contando). Porque con un peque vives más vidas que la tuya, porque su aprendizaje constante y sus cambios te arrastran con él y redescubres mundo y no te permite que te acomodes en unas rutinas propias muy fijadas ni en unos planes demasiado pensados, porque es un constante salir de tu zona de confort. La aventura dentro de la aventura.


Foto de Lucas Lenzi en Unsplash